Las playas volverán a reabrirse el lunes. A partir de ese día será posible bañarse y tumbarse en la arena, aunque guardando una distancia de seguridad de al menos dos metros o en su defecto, con medidas de protección física, y pudiendo acudir en grupos de hasta 15 personas. Pero esto solo será el aperitivo de un verano que, como todo lo postcoronavirus, será distinto. La tradicional imagen de playas atestadas este año será muy diferente. De hecho, no se podrá repetir porque habrá que mantener la distancia entre los usuarios, los arenales tendrán límite de aforo y control de acceso, toallas y hamacas estarán separadas y hasta se prevé el uso de drones para vigilar que no haya más gente de la permitida y que se cumplen las reglas de seguridad.
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Estas son algunas de las medidas recogidas en el borrador de protocolo elaborado por el Instituto de Calidad Turística de España (ICTE), a petición del Ministerio de Industria, para garantizar un verano a pie de mar con el mínimo riesgo de contagio. El documento tiene que ser validado aún por el Ministerio de Sanidad y, en última instancia, serán los ayuntamientos los que finalmente, dado que suyas con las competencias, tendrán que regular y supervisar el disfrute de las playas.
Por lo tanto, hasta llegar a este último paso, hay muchas posibilidades de que sufra modificaciones, a las que podrán añadirse las que consideren pertinentes los gobiernos locales, que a partir del lunes tendrán la primera prueba, con la fase 2 de la desescalada, para demostrar su capacidad de gestión. Y lo tendrán que hacer son recursos propios, porque el Gobierno central no va a financiar el coste de ninguna de las medidas de protección.
El protocolo del ICTE para el verano insta a las administraciones competentes -básicamente los ayuntamientos- a que vigilen la capacidad de carga de las playas e implementen controles de accesos, organicen las entradas y salidas para evitar cuellos de botella o aglomeraciones y determinen cómo se va a informar al usuario de que se ha alcanzado la capacidad máxima. Esta labor se podrá hacer con cartelería tradicional, recursos humanos o aplicaciones tecnológicas que permitan a la gente tener la información antes de desplazarse hasta la propia playa.
Para vigilar que no haya más gente de la permitida en los arenales, se reforzará la seguridad o incluso se controlará mediante el uso de drones si no hay otra opción.
En los accesos, o incluso antes de la llegada, se deberá informar siempre de las medidas de prevención a aplicar en la playa, de su capacidad estimada y de las restricciones. Según aseguró ayer el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el "99,9% de las playas" gallegas no necesitará sistemas de limitación de aforos.
La zona de hamacas y sombrillas deberá delimitarse con balizas o cintas, estableciéndose un control en su asignación, a fin de que se pueda asegurar que el equipamiento ha sido debidamente limpiado y desinfectado antes de su uso.
También contempla como asegurar que los usuarios en primera línea de playa guarden la distancia de seguridad respecto a los que estén en la orilla paseando o entrando a disfrutar de un baño. Según el borrador, se recomienda señalizar los espacios que pueden ser ocupados por los bañistas mediante hitos, sombrillas u otro tipo de indicaciones. "Se señalizarán adecuadamente los espacios de movilidad de los usuarios, por ejemplo la entrada y salida de la zona húmeda, itinerarios de paso a las concesiones desde los accesos...".
Las recomendaciones incluyen que cada municipio evalúe si abren los aseos. Si lo hacen, tendrán que garantizar su limpieza y desinfección varias veces al día y agua y jabón para el lavado de manos y papel de secado o secador de manos.
