Portugal inauguró la primera fase de su desescalada, que permite abrir pequeños comercios, peluquerías y librerías, entre medidas reforzadas de higiene para dar garantías a los ciudadanos, que acudieron tímidamente y con mascarillas apenas a echar un vistazo.

Zapaterías, tiendas de ropa, establecimientos de accesorios móviles y alguna relojería levantaron la persiana en el centro de Lisboa, donde antes de que llegara el coronavirus la actividad era efervescente, pero ayer, con un balance de 1.063 muertos y 25.524 contagiados, costaba encontrar clientes.

Ataviados con mascarillas y algunos, incluso, con viseras, los comerciantes dedicaron la jornada a pulir los escaparates y reorganizar el muestrario, sustituyendo, por ejemplo, calzado de invierno por sandalias y zapatos abiertos.

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Era la primera apertura, una vez concluido este sábado el estado de emergencia para dar paso al estado de calamidad, durante el que se irán relajando progresivamente las restricciones con algunas medidas de seguridad, como la obligación de portar mascarillas en espacios cerrados y en los transportes, con dos tercios de aforo. También se pide no tocar los objetos de las tiendas si no es imprescindible y solicitar en su lugar a algún trabajador del establecimiento que lo haga.

Con todo, aún salieron pocas personas a la calle, en parte porque se mantiene el teletrabajo para quien pueda hacerlo durante todo mayo, y también por el cumplimiento del "deber de recogimiento cívico" pedido por el Gobierno del socialista António Costa durante el tiempo que dure el estado de calamidad.