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Victoria en la UCI

La escritora y filósofa gallega Chis Oliveira, que estuvo al borde la muerte por coronavirus, relata su supervivencia para "ayudar"

Chis Oliveira, antes del coronavirus en una foto enviada por ella. // C.O.

Chis Oliveira -retoño del escultor que fraguó El rapto de Europa en Samil, Los Caballos de Plaza España o las esculturas animales sobre el teatro de Abanca en Vigo- esperaba en la mañana de ayer sábado que hoy, domingo, la doctora le diese el alta hospitalaria. Al soñar con lo que pediría o haría al llegar al hogar, se imagina una cosa: "abrazar a mi hija. A ella, sí la puedo abrazar porque también tuvo el coronavirus", cuenta por teléfono.

Su voz no es la de una persona a la que le haya pasado por encima un camión, como ha escrito en su diario de lucha en Facebook, sino la de una mujer que agradece con la sonrisa en las palabras la mejor de las suertes.

Ni helado, ni marisco, lo que visualiza en su cabeza es fruta. Y lo hace desde la vela C del Hospital Cunqueiro donde congregan a los enfermos con Covid-19.En su habitación, no está sola, tiene otra amiga, una madre: una señora que como ella está superando la enfermedad y con la que ha entrelazado raíces afectivas. "Estamos las dos coronadas", comenta risueña.

Una entrevista con Chis Oliveira, superviviente al Covid-19, no es una travesía por la aflicción ni las lágrimas, sino por un canto a la vida donde las palmas y aplausos se reservan para el personal sanitario.

"En la primera entrada de mi diario, metí la imagen de un erizo que representaba la metáfora del poco a poco. Expliqué por lo que estaba pasando y daba gracias al equipo que me salvó la vida. Yo, realmente, estuve a punto de morir. Ese vídeo tiene más de 1.000 visualizaciones. En Facebook, muchas veces estás como voyeur, miras pero no comentas nada. Yo voy comentando cosas y lo que me llama la atención es que la gente comenta, responde. Tiene muchas ganas de conocer de la enfermedad pero desde lo personal", explica con voz pausada.

Chis Oliveira ha vuelto a sonreír, a andar o comer por sí sola o a trazar una letra con el bolígrafo, algo tan simple que tras salir de la UCI no era capaz de hacer. "No es que haya aprendido otra vez a andar, es que he tenido que aprender a recolocar la cabeza", explica.

Lo ha logrado tras, en su caso, una dura travesía que empezó con los primeros síntomas el 11 de marzo. Entonces, miércoles, aún no se había decretado el estado de emergencia que se empezaría a aplicar desde las 00.00 del domingo posterior.

"No paraba de vomitar"

"Me empecé a encontrar fatal, agotada. O era el coronavirus o la gripe", recuerda. Tras pasar unos días, pasó por la consulta de su médico tras la insistencia de su hija. El facultativo le recetó paracetamol y descanso. Era el día 17 de marzo. "Ese mismo día por la tarde, tuve una bajada de tensión y desfallecí. Me vino a buscar una ambulancia. Me hicieron el test y quedé ingresada. No traje ni cepillo de dientes", detalla.

Tras afectarle el virus al estado de salud general, llegó la siguiente parada: los pulmones. "De repente, no era capaz de respirar, no paraba de toser, de vomitar. Ya me tuvieron que llevar a la UCI el lunes 23 donde estuve hasta el 2 de abril. Me dijeron que les costó mucho sacarme adelante porque no respiraba. Me sedaron, me intubaron y me pusieron un respirador exterior. Es como un coma inducido. Yo, afortunadamente, estaba en un estado de placidez total por la sedación, a pesar del estado de delirio por el que pasé. El día que me desintubaron lo comparo con el día que sacaron a Cristo de la cruz", relata.

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