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Monseñor Quinteiro Fiuza - Obispo Tui-Vigo

"A la Iglesia le sobra retórica, tenemos que tomar el camino de la gente normal"

"Que los médicos tengan que elegir quién vive es terrible pero debe haber una reflexión: la edad no puede ser el único criterio"

Luis Quinteiro: "En estos momentos debemos recurrir a la esperanza"

Luis Quinteiro: "En estos momentos debemos recurrir a la esperanza"

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Luis Quinteiro: "En estos momentos debemos recurrir a la esperanza" Vigo

Más cercanía desde la Iglesia, más tiempo con los jóvenes y mayores, más solidaridad en la economía. Un tridente de valores que, a juicio del obispo de la diócesis de Tui-Vigo, monseñor Quinteiro Fiuza, sirven de guía para afrontar esta crisis... Y las que vengan.

-La Semana Santa es en esencia una celebración de multitudes, ¿cómo se celebra a distancia?

-Nadie tiene una experiencia de ese tipo, seguramente en la historia: celebrar una Semana Santa con las iglesias prácticamente cerradas

-¿Y cómo desde la soledad se transmite el calor que los feligreses esperan de la Iglesia?

-Una imagen que expresa muy bien esa manera de generar esperanza es la celebración que el Papa tuvo en la plaza de San Pedro. El mensaje es fortísimo. Nos invitó a que nos levantáramos y pudiéramos aportar lo que se nos espera: la esperanza

-Las cifras son testarudas contra la esperanza.

-La vulnerabilidad que hemos experimentado es tremenda. Tiene razón, desde el punto de vista de la probabilidad, las esperanzas son pocas, muy pocas, pero hay que hacer un acto profundo de fe en la vida. También la enfermedad y la muerte tienen sentido para vivir la vida.

-La enfermedad hace que apreciemos más la vida.

-Esta es la clave. El ser humano ha muerto siempre, pero planteado así, nos distorsiona. El camino de la vida es luchar. Tenemos que estar convencidos de que aún en los límites de la vida, la lucha tiene sentido.

- ¿La Iglesia ha mostrado estos días más que nunca su vertiente social? Ahí está la cesión del Seminario el perdón de alquileres...

-Quisiera ser a este respecto muy sincero. La Iglesia tiene como mandato de Jesús servir a las personas, por tanto, tiene que hacerlo siempre. Creo que lo ha hecho bastante bien. Pero tiene que hacer de eso una función normal de su vida, no puede estar pregonándola a los cuatro vientos. Hay mucha gente que protesta y dice: "¿Qué hace la Iglesia?" No debemos ponernos nerviosos, tenemos que estar al lado de la gente. Esto a mi modo de ver es una gran llamada a la Iglesia por si alguna vez estuvimos allá olvidados de la gente, con nuestras cosas.

-¿Quiere decir que se perdió en debates espirituales y teóricos?

-Quizá una parte o todos caímos en eso. Los discursos bien planteados, hermosos son importantes, pero no son la clave de la vida.

-¿Le ha sobrado retórica a la Iglesia?

-Le ha sobrado, y le sobra todavía. Tenemos que meternos en el camino de la gente normal. Por eso en estos momentos la Iglesia no se puede quedar en una visión de condena de la situación como si Dios estuviera herido. Ese lenguaje es terrible si entramos en él. Quienes son las víctimas de la cuestión, son los mayores, los discapacitados, en principio, a quienes Dios ama más. ¿Cómo va a descargar su ira sobre esa gente? El lenguaje nuestro es de cercanía y de actitud de ayudar.

-¿Quizá el coronavirus no haya descubierto que hemos desatendido ese mandato de solidaridad con los mayores?

-El modelo de desarrollo que teníamos planteado queda muy tocado. Yo creo que hay una soledad para la gente mayor que se experimenta cuando uno va a una residencia. Hay un trato buenísimo de las personas que los cuidan, pero ahí hay un hueco. Falta familia, la Iglesia en muchos casos y la sociedad. Es un mundo afectivo que creo que hay que reconstruir.

-Como lección de futuro, ¿tenemos que blindar uno de nuestros principales elementos de cuidado, que es la sanidad pública?

-La gran lección la han dado los sanitarios. La reflexión todavía es pronto para hacerla, y los médicos tendrán mucho que decir, porque son grandes humanistas. Habrán experimentado grandes tragedias. Tener que hacer elección... es terrible. Eso también tiene que haber una reflexión. Que no solamente se puede elegir por edad. No puede ser el único criterio.

-La lucha del virus ha costado un alto precio a la Iglesia. En Italia han fallecido 96 sacerdotes, ¿esa labor tiene toda la visibilidad?

-No tiene por qué tenerla. No podemos buscar la visibilidad. La Iglesia hoy vive de la confianza de la gente. Si no hubiera esa confianza, ten claro que la Iglesia estaría desaparecida. Tenemos que sentirnos muy libres: no será la riqueza ni nada lo que nos garantice la vida, es la confianza de las personas.

-¿Cómo está esa confianza entre la gente más joven?

-Ese es el gran problema. La Iglesia ha empleado muchas energías en ese campo e inicialmente debería tener resultados, y los tienen, pero quizá no en la medida en que se sembró.

-¿Qué esta faltando?

-Ideales. Una cosa es importante: está muy bien que nos encontremos con un sacerdote amable, encantador, líder, pero no todo se reduce a eso. Hay que sentirse unido a una llamada de Dios. No todos los jóvenes viven de espaldas a la Iglesia o los ideales. Entre todos reconstruiremos las cosas.

-Venimos de una sociedad de valores líquidos? ¿quizá la crisis nos devuelve espiritualidad?

-Podría hacer juicios pero dan poco resultado. Si te llego a la verdad de lo que realmente pienso es que uno de los problemas es el sentido del tiempo. En esa economía del tiempo, los maestros de la juventud, los sacerdotes, se han distanciado. Te dan una charla, pero cada uno en su vida personal administra su tiempo. Con los jóvenes la Iglesia tiene que estar, compartir la vida. Hay que hacer una apuesta.

-Trump, Bolsonaro, Johnson? ¿pecan de vanidad?

-No transmiten un mensaje que acierte a ser amable. A Bolsonaro lo conozco menos. Trump me parece una persona nada empática. Cuando la gente llega a tener una impresión tan negativa es que algo no funciona. Con respecto a Johnson, creo que es un ser muy particular.

-Igual es un buen momento para recordar que las empresas tienen una función social.

-La doctrina de la Iglesia insistió mucho en esto. Lo que está claro es que es imposible un desarrollo económico sin solidaridad. El beneficio por el beneficio no tiene ningún sentido. Después de esta crisis tendrá que haber un diálogo intersocial profundo para que nuestra sociedad sea sostenible sencillamente. No es solo cuestión de materias primas, es mucho más. Es el trabajo humano. No puede haber personas con riquezas descomunales al lado de otros.

-El coronavirus ha interrumpido el debate de la eutanasia, ¿qué posición personal tiene?

-Es una solución absolutamente equivocada. He escuchado a profesionales de la medicina que, sin hacer uso del principio moral, han hecho una reflexión muy esclarecedora. El problema no son esas decisiones que son injustas y dramáticas. El problema es el cuidado de las personas en situación final. El Estado tiene que volcarse en un cuidado esmerado.

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