Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Abuelos, sin la "alegría" de sus nietos

De cuidar de los pequeños y cocinar para toda la familia los fines de semana, al vacío del aislamiento -"Los echamos de menos, necesitamos su cariño", dice Narciso, de Vigo

María Gloria y su hermana, en una videollamada con los nietos. / FdV

A María Gloria, con sus 75 años, cada vez que sus hijos le ponían un móvil en la mano soltaba molesta: "quita de ahí". Ahora las tornas han cambiado. Cada vez que suena el teléfono y es una videollamada se asoma curiosa a la pantalla: "déjame mirar". Todo por ver a alguno de sus cuatro nietos, de los que ha tenido que separarse por culpa del confinamiento. De repente, las nuevas tecnologías se han convertido en el mejor aliado de muchas personas mayores durante el aislamiento al que ha obligado la pandemia de coronavirus y que ha alterado su día a día.

"Llevo esto del confinamiento un poco fastidiado porque tienes una vida diaria en contacto con los nietos y los hijos y ahora estás en casa sin salir", lamenta Narciso, que ya tiene seis nietos y advierte orgulloso: "la fábrica sigue funcionando".

No se trata solo del "cariño" que dan los pequeños de la casa, sino de unas rutinas que mantenían activos a estos abuelos cuidando de sus nietos y que ahora los sumen en el aburrimiento y la nostalgia.

El trabajo de abuelo de Narciso ha sufrido un ERTE en toda regla. Antes de la crisis sanitaria desatada por el Covid-19, se levantaba cada día bien temprano para recoger a su nieto Nico a las 7.10 de la mañana y traerlo a su casa, donde, junto a su mujer, le daba el desayuno y tres cuartos de hora más tarde lo llevaba al colegio. A las dos de la tarde, al acabar las clases, le tocaba recogerlo. "También con los otros nietos ayudamos. Los padres nos llaman a veces y nos piden si podemos ir a recogerlos al colegio, aunque ya es algo más esporádico, dependiendo de las circunstancias de los padres", explica Narciso, residente en Vigo.

De ese ajetreo diario ha pasado a subir y bajar la escalera y hacer bicicleta estática siguiendo las recomendaciones de su médico que le pide que no deje el ejercicio.

Algo parecido le ocurre a María Gloria en Soutelo. Los nietos llegaban el fin de semana y la abuela "ya no hacía otra cosa más que atenderlos", explica su hija Nati.

"Jugaba con ellos en casa y a veces los llevaba a la finca porque lo que más le gusta a los niños es estar con los animales", comenta una de las hijas de María Gloria que está pasando el confinamiento con su madre.

"Ahora está bastante aburrida, siempre buscando que hacer, pero se le agotan las ideas", cuenta Nati. De atender a los nietos ha pasado a ocupar la tarde viendo la televisión, calcetando o jugando a las cartas.

María Gloria tiene una nieta en Santiago, otro en Pontevedra y dos más en el pueblo, pero a todos los veía con frecuencia.

A Cecilia, de solo cinco años, le tocó cuidarla a menudo. "Tuvo problemas al nacer y cada vez que se pone enferma se la traen a la abuela, con la que ha pasado hasta 24 horas pegada", explica Nati.

A otros dos nietos los tiene a solo 300 metros de su casa. Sin embargo, a pesar de vivir casi puerta con puerta, María Gloria permanece alejada de ellos: el niño tiene dos meses y la hermana dos años. Se conforma con verlos por la ventana desde el jardín de su casa.

"Eso sí que lo lleva mal, no estar con los dos pequerrechos. Estar puerta con puerta y no poder acercarse", comenta su hija Nati.

También es duro para María Elena, de 77 años. Tiene dos nietos, de 13 y 22 años, que viven en A Coruña y Pontevedra. Los "echa de menos" y alivia su soledad en compañía de su hermana María Gloria, con la que intenta hacer más llevaderos estos días de aislamiento.

Familias

Las casas de los abuelos se han vaciado de golpe. El jaleo, las risas, los nietos correteando de un lado a otro, el trajín de cada fin de semana cuando se reunía toda la familia para comer ha dado paso al silencio y la calma.

"Ha pasado de tener la casa llena de gente a no tener a nadie", comenta Nati, que explica que el fin de semana su madre hacía de comer hasta para 20 personas.

"Se nota un montón el vacío", lamenta Elvi, la mujer de Narciso, a la que sus nietos llaman cariñosamente "Mina". En su casa cualquier día de improviso sus hijos llamaban para avisar que iban a comer y, de repente, ocho personas a la mesa. Nunca fue un problema para ella. Al revés. "Da trabajillo pero yo con tal de verlos... Es mi satisfacción porque si no venían a comer no podía estar con ellos y así, aunque fuera un ratito, disfrutaba de mis hijos y mis nietos", explica.

Ahora se ha tomado unas vacaciones "obligadas". "No me acostumbro, me sobra comida. Hacemos un día y ya nos queda para el día siguiente", explica.

El único consuelo de estos abuelos son las llamadas telefónicas y videollamadas que sus nietos les hacen a diario. María Gloria tiene contacto todos los días con ellos. "Le hace ilusión cada vez que llaman", explica Nati.

"Nos dicen que nos echan de menos. Cuando fue el Día del Padre, por ejemplo, nos enseñaron los regalos que les hicieron", explica Narciso. No es lo mismo que tenerlos cerca, pero ayuda a sobrellevar el aislamiento. "Los niños siempre te entretienen en casa, necesitamos también su cariño y eso se echa de menos. Son la alegría", lamenta.

Pero también los nietos tienen ganas de volver a ver a sus abuelos y se aburren de estar encerrados. "Imagínate el trabajo para unos padres tenerlos en casa", dice Narciso.

De pasar los fines de semana en el pueblo, "con los gatos y las gallinas", los nietos de María Gloria también tienen que dejar de ver a su abuela y encerrarse en casa. "Y lo echan mucho de menos porque a ellos les encantan los animales y estar en el jardín", dice Nati.

Pero además los niños crecen muy rápido. "En 15 días sin verlos seguro que ya pegan un estirón, lo vamos a notar cuando volvamos a verlos", augura contento Narciso.

Compartir el artículo

stats