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El móvil, la cuestionada vacuna digital contra la pandemia

Las democracias, entre ellas la española, empiezan a geolocalizar a los ciudadanos a través de sus teléfonos para controlar el contagio, lo que siembra nuevas dudas sobre el futuro de la privacidad en la era digital

Un pasajero habla por su móvil en el aeropuerto de Hong Kong. // E. P.

El teléfono móvil entra en acción en España como herramienta digital para controlar la epidemia. El Gobierno español, con los datos que ya han ofrecido las principales operadoras de telefonía móvil del país y también gracias a una aplicación de móvil (app) en la que los posibles afectados podrán "autoevaluar" su estado de salud, empezará a controlar los movimientos de los españoles, tanto los actuales como los que se produjeron en los días en que la pandemia estaba "cociéndose". El objetivo es crear modelos matemáticos predictivos y precisos para controlar la expansión de la pandemia y atajarla.

El "Boletín Oficial del Estado" publicó el sábado esta medida. El smartphone ya demostró su efectividad para atajar la propagación en China y Corea del Sur. Como bien sabe la dictadura china, que lleva años implantando un implacable sistema de control social a través de las nuevas tecnologías, el móvil es una -herramienta infalible de radiomarcaje de todos los ejemplares humanos bajo su dominio. Un método, por otra parte, que no difiere mucho del empleado por grandes compañías occidentales como Facebook o Google para penetrar en nuestra intimidad, hackear nuestros deseos y vendernos mercancías o ideas políticas ultrapersonalizadas. El Covid-19 puede convertirse en el golpe de gracia a la privacidad en esta era digital, alertan algunos expertos.

Ya nadie se separa de su móvil. El ser humano del siglo XXI en realidad "es" su móvil. Ese es el punto de partida del uso que han adquirido los teléfonos inteligentes en la pandemia. En base a los movimientos de los ciudadanos, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital del Gobierno de España podrá hacer la foto de la propagación de la pandemia. De aquí saldrá un modelo matemático para luchar contra la pandemia, que permitirá prever posibles acumulaciones en centros de salud, hacer predicciones, grados de cumplimiento del confinamiento, cuántas personas se mueven y cómo?

Los propios ciudadanos -ya acostumbrados a entregar su privacidad a las grandes multinacionales a cambio de un servicio falsamente gratuito- aportarán en este caso su información sobre su estado de salud. A través de una app, el usuario podrá "realizar una autoevaluación, en base a los síntomas médicos que comunique, acerca de la probabilidad de que esté infectado por el Covid-19", dice el BOE. La app le ofrecerá información al usuario sobre el virus y le dará "consejos prácticos y recomendaciones de acciones a seguir según la evaluación".

A nivel continental, además de Telefónica, siete teleoperadores más están ofreciendo localizaciones de sus clientes a la Comisión Europea (CE) para hacer un seguimiento de la pandemia. La CE asegura que la privacidad no está en riesgo, que los datos se borrarán una vez terminada la crisis y que serán anónimos. Las compañías añaden que los datos se extraen de las antenas de telefonía, no directamente de los usuarios. Esto garantizaría el anonimato. Recientes escándalos de filtraciones de datos, como el de Cambridge Analytics (filtración de información de Facebook que fue utilizada en la campaña a favor de Trump y del "Brexit"), recuerdan por el contrario que todo lo que corre por la gran autopista digital puede acabar "extraviándose" y es hackeable. "Una de las cosas que hemos aprendido con el tiempo es que algo que parece anónimo, la mayoría de las veces no es anónimo, incluso si está diseñado con las mejores intenciones", declaró a "The New York Times" Matt Blaze, profesor de Derecho de Georgetown y especialista en informática y privacidad. Blaze subraya que es tecnológicamente "difícil garantizar que los datos se hayan eliminado por completo de todas las computadoras que han podido acceder a ellos". Además de la CE, hay más iniciativas similares en otras democracias europeas, como la británica o la italiana, donde la geolocalización mostró, por ejemplo, que el 40% de los ciudadanos de Lombardía se estaban saltando a la torera el confinamiento.

En China, la gran dictadura digital, el Gobierno ha utilizado todas las herramientas tecnológicas a su alcance para cercar el virus. Las cámaras térmicas medían la temperatura de los ciudadanos en la calle. Los chinos, a los que siguió la democracia de Corea del Sur, fueron los primeros en crear una app que había que descargar en cada teléfono personal y donde se clasificaba a las personas con los colores de un semáforo, según si estaban infectadas o no. Esto determinaba sus relaciones y movimientos. El gigante comercial chino Alibaba -el Amazon oriental- contribuyó a implementar este descomunal instrumento de control social.

Funcionaba así. La aplicación tenía tres colores. El verde para los que podían moverse en libertad; el amarillo para quien había estado en una zona con peligro de infección y tenía que estar siete días en cuarentena, y, finalmente, el rojo para quien hubiera estado en contacto con zonas de alta afectación del Covid-19. Esto les obligaba a permanecer catorce días en cuarentena. Con este marcaje masivo de las personas, las autoridades locales y los comités de cada barrio podían mantener a rajatabla el confinamiento.

La delación, algo tan esencial en una dictadura, también se incorporó al sistema de control digital de la pandemia. La Corporación de Tecnología Electrónica de China, que cuenta con los datos de salud y transporte del país, hizo una segunda aplicación para móviles que permite rastrear a las personas y alertar "sobre si han tenido contacto con alguien infectado". La app se podía descargar gracias a un código QR en las plataformas chinas más populares como WeChat o Alipay. El usuario inscribía su nombre, su número de teléfono y su número de identificación y la app le decía, por ejemplo, si estaba en un lugar con peligro de ser infectado "o si se ha viajado cerca de personas infectadas". También permitía buscar números de identificación diferentes y saber si eran un riesgo de salud. En algunas ciudades chinas, la app era obligatoria.

En Estados Unidos el papel de "Gran Hermano", más que por el Estado, lleva años encarnándose en las grandes multinacionales tecnológicas. Según "The Washington Post", Google y Facebook ya han hablado con la Casa Blanca para poner en juego su enorme potencial de control social contra la pandemia. Facebook es el auténtico panóptico que ideó Benthan, el mayor repositorio de datos del mundo. Con lo que le aportan voluntariamente sus usuarios ya podía saber, por ejemplo, con las primeras medidas tomadas en Europa contra la epidemia, que las visitas a restaurantes en el último mes habían caído un 80% en Italia y más del 70% en España.

Google, según la misma fuente, "también está evaluando cómo podría usar información anónima y agregada para ayudar a los expertos en salud pública a comprender más sobre las tendencias de la población relacionadas con la pandemia", indicó un portavoz de la compañía. Ya puede saber, por ejemplo, si una empresa está abarrotada en un momento determinado o determinar si las personas cumplen las reglas sobre el distanciamiento social. Como se ve, empieza a haber poca diferencia entre el control social de la dictadura china y el que ejercen los "tecnodioses" de California. ¿Y nuestra privacidad? ¿Qué quedará de ella tras la pandemia?

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