- Al impacto que ya de por sí tiene el confinamiento y una crisis sanitaria que va para largo, ahora se suman las restricciones en velatorios y una asistencia más reducida a los entierros. Supongo que esto contribuirá a incrementar el impacto negativo. ¿Es el duelo necesario, imprescindible, para superar una pérdida?

-Supone al principio incredulidad y angustia de separación, que impiden la sensación de la pérdida como algo definitivo, se sueña con la persona a modo de reparación y se puede pasar a padecer un duelo patológico con características cercanas a la depresión

- ¿Qué consecuencias añadidas suponen para los más allegados? ¿Tendrá el mismo efecto realizarlo posteriormente, mediante algún tipo de ceremonia, liturgia... cuando acabe la crisis sanitaria?

-Las consecuencias más severas están enmarcadas en la dificultad de poder realizar un proceso de duelo hasta el final, o la aceptación de lo sucedido, no pudiéndose construir una forma de relación con la persona desaparecida desde el ángulo del recuerdo filial al ser querido, sino que se hace el duelo desde la construcción de una ofrenda al muerto, ofrenda de parte de la propia vida, para mantenerlo más cerca de lo sensitivo, que inscrito en el recuerdo.

- ¿Causará más depresiones, situaciones de angustia, ansiedad el no poder compartir el duelo, en una sociedad, como la gallega, tan habituada al culto a la muerte? ¿Cómo se debe preparar uno?

-Todas las sociedades tienen sus ritos se despedida, de acompañamiento y de recuerdo de los muertos, ritos que son todos religiosos o protoreligiosos, lo que pertenece a un sentimiento profundo, a veces oscuro, pero natural y vital de religiosidad, incluso atea, por contradictorio que parezca, y no tanto si se esgrime o se ve como principio de creencia o superstición. El rito puede ser explícito, o el rito puede ser mas mental y más secreto, por la muerte de un ser querido, o admirado, o incluso temido, el rito siempre existe, ya que la muerte es consubstancial, o reconocida como una forma de estar gracias a la vida. El culto real no es a la muerte, es a la resurrección, es un hacer frente a la muerte, como algo no definitivo o no demasiado definitiva. Quizás nuestra sociedad gallega es más transparente en este culto, a ese algo no definitivo de la muerte, más religiosidad, más romanticismo, más inscritos en el respeto a los ciclos naturales. Quizás.