Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aquí sí hay quien viva

Actos altruistas y festivos conviven con los temerarios en las fincas urbanas

Edificios de Castelao y Martín Echegaray, en Vigo. // Alba Villar

La cuarentena comprime el universo a la comunidad de vecinos, con los administradores de fincas urbanas como sus demiurgos. Las gestoras cuidan del mantenimiento de los edificios, vitales balsas de náufrago en estos días, y velan por la armonía entre vecinos. Algunas funciones se han visto dificultadas. Otras se modifican.

Las gestoras, en general, han cerrado sus dependencias al público. En el Gabinete Lareu y Seoane, si algún cliente se acerca a preguntar por la presidencia o las subvenciones perdidas, no le abren la verja. "Es un 0,00001% de la gente. Se le indica que llamen por teléfono o envíen un mail", precisa Judit Seoane, administradora colegiada. Para su funcionamiento interno han establecido turnos en la oficina y se esmeran en la desinfección. Explica: "El teletrabajo se hace complicado en la parte de archivo y tratamiento de documentación en papel". Como confirma Iria Cagiao, de Grucavi, determinadas actividades requieren además la presencia física, como la recogida de llaves por parte de los reparadores. "Ahí es donde tenemos que organizarnos".

"Los vecinos están llamando poco", cuantifica Cagiao, al tanto del tono general a través del colegio del oficio. "Los vecinos, en general, se están portando bien. Algunos preguntan por qué no estás en la oficina o por qué no puedes hacer ciertas cosas que no se permiten. Pero como en cualquier sector. Son los menos, afortunadamente". Cagiao también vincula esta reducción de peticiones y reclamaciones a la presencia de los niños en casa: "Suele suceder igualmente en vacaciones". Seoane apoya: "La gente, por regla general, es comprensiva. Las llamadas se están limitando a las de urgencia. Es cierto que una minoría es muy exigente. Pida ya, en este momento, una rebaja en los honorarios. Les explicamos con cariño que, aunque estamos cerrados al público, seguimos trabajando y a su disposición. Otros llaman para charlar, ponen algún excusa como un problema leve y nos echamos 30 minutos hablando de otros temas. Les viene bien y a nosotros, también. Nos permite desconectar. En ocasiones decimos que hay que ser un poco psicólogo".

La imposibilidad de realizar las asambleas de vecinos descuadra las agendas. La intendencia no se detiene. Entradas de agua, desprendimientos en las fachadas, reposición de gasóleo, averías de ascensores... "Todo eso se sigue gestionando", confirma Seoane. "El problema que nos inquieta actualmente es la lectura de contadores. Tenemos cierta preocupación por realizar esta tarea. Las mascarillas escasean", lamenta. "También comentamos que sería necesario llevar gafas". Sucede a veces que el vecino escucha ruidos en los tableros y sale al rellano a ver qué sucede. Cagiao explica: "La lectura de los contadores se complica porque intentamos evitar el contacto con los vecinos".

La limpieza es la faceta que más se ha adaptado a los protocolos establecidos por causa de la epidemia. Los administradores de fincas urbanas han remitido instrucciones a las empresas de limpieza. "La limpieza se ha fortalecido. Se han cambiado productos, sistemas y horarios. Las grandes empresas mandan a sus empleados por la noche. Las pequeñas siguen igual, pero extremando precauciones. Antes se fijaban más en el suelo y ahora se centran en pomos, barandillas, pulsadores de ascensor, interruptores de la luz... Emplean bioalcoholes".

Jugando al pádel

En cada comunidad de vecinos puede resumirse la humanidad, su genio y su temeridad. En un bloque, los vecinos han establecido turnos para bajar a los niños con sus bicicletas al garaje. Hay personas que emplean ese mismo espacio para correr y otras que alternan aprovechando las estancias comunes. La terraza comunitaria, si es amplia, resulta especialmente golosa en estas jornadas de sol. "Ya hemos enviado mensajes por Whatsapp de que no se puede", advierte Cagiao. "Tenemos que verificar que no se pueden usar para estos fines".

En un urbanización con pista de pádel se llamó a la policía por un vecino que había bajado a pelotear y no atendía a las recriminaciones, según le contaron a Seoane. Por contra, ha sabido de una urbanización con patio interior y jardines "en la que un chico, cada día a las siete de la tarde, toca una trompeta y todos salen a las ventanas, se saludan, cantan y bailan hasta el aplauso de las ocho. Hay clientes que nos dicen que esperan ansiosos a que llegue la hora. En muchos edificios ponen "Sobreviviré". Hay lloros, risas... Hemos encontrado en ascensores y portales carteles de vecinos ofreciéndose a hacer la compra a las personas mayores. De algo terrible como lo que estamos viviendo se sacan cosas positivas como este altruismo a pequeña escala".

Compartir el artículo

stats