Nadie se ha atrevido a hacer lo que las autoridades chinas hicieron en Wuhan, zona cero de la crisis del coronavirus, donde el confinamiento era tan total que los comités vecinales llevaban la comida a casa y en casos excepcionales se permitía que un miembro de la familia bajara a tirar la basura. Y en la ciudad china, de 11 millones de habitantes, aún no ha terminado la reclusión. Cada país ha ido adaptando las medidas de reclusión en función del aumento del número de infectados, pero ninguno de los occidentales ha llegado a los niveles de China, a la que no le ha hecho falta amenazar con sanciones para que la ciudadanía hiciera caso, quizá porque con en ese régimen dictatorial la coerción va de suyo.

Descontado el gigante asiático, España e Italia son los dos países ocn las órdenes de confinamiento más extensas, aunque con ciertas diferencias entre ambos: en el país transalpino, por ejemplo, llevan más días recluidos, pero hasta ayer estaba permitido desplazarsa hasta la segunda residencia, por ejemplo.

También en Francia ha crecido la severidad con los días, aunque aún se permite salir a hacer deporte, si bien de forma individual y siempre que sea cerca del domicilio, algo que en España no se permite.

Aunque como ejemplo de rectificación he ahí el Reino Unido, que se resiste al confinamiento pero ya ha cerrado escuelas, bares y restaurantes. Otros como Alemania o Estados Unidos llegan ni mucho menos a igualar el cerrojazo español.

Otro ejemplo llamativo es el de Corea del Sur, que sin restricciones duras de movimiento ha logrado aplanar su curva epidémica gracias a una campaña masiva de tests, muchos realizados a los conductores en sus vehículos gracias a un sistema drive thru.

Con información de A. Foncillas, R. Mir de Francia, E. Cantón, S. Martínez, R. Domènech y A. Jerez.