Comenzó como el viaje soñado y va a concluir como una de las peores pesadillas. Un grupo de seis amigos vigueses que iniciaron el pasado 24 de febrero un recorrido por Argentina con regreso a España en un crucero transoceánico se encuentra atrapado en el buque, ayer, atracado en el puerto de Marsella, sin que les dejen bajar para volver a sus casas. El barco, el Costa Pacífica, tenía que haber realizado una escala anterior en Barcelona, donde estaba previsto que los viajeros de Vigo remataran su travesía. Sin embargo, el capitán del crucero, que también había pasado de largo las paradas anterior previstas en Tenerife, Lanzarote y Málaga, decidió continuar navegando rumbo a Marsella sin darles ninguna explicación. Y lo que es peor, las autoridades galas impidieron tomar tierra a los ciudadanos que no tuviesen nacionalidad francesa, y ahora les llevan a la ciudad italiana de Génova, una de las zonas más conflictivas por la crisis sanitaria del coronavirus, donde está previsto que les desembarquen.

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"No entendemos por qué estamos en esta situación cuando acabamos de pasar por toda la costa mediterránea española en la que podían habernos dejado. No solo somos nosotros, en el barco viajamos 180 españoles que no sabemos como vamos a hacer para salir de Italia, ya que están cerradas todas las conexiones aéreas con España y también las fronteras", explica la viguesa María Concepción Rivas Rodríguez.

Los pasajeros se han puesto en contacto telefónico con la embajada española para explicarles el problema y la respuesta es que no comprenden la razón por la que no nos dejaron bajar en Barcelona o en cualquier otro puerto español, porque no había ninguna restricción para los ciudadanos nacionales, tan solo les realizarían los controles pertinentes de prevención por el Covid-19 similar a los que se realizan en los aeropuertos. "No sabemos qué es lo que pasa, si fue una decisión del capitán del barco por capricho o porque no le dejaron atracar en los puertos españoles, pero cuando nos contestan en la embajada que no había ningún problema y después vemos que en Marsella pueden abandonar el crucero los ciudadanos franceses, nos hace pensar que el capitán por alguna razón no quiso hacer las escalas de España, así que estamos todos indignados porque consideramos que nos tiene que dar una explicación y ofrecer una alternativa que no sea llegar a Italia", afirma María Concepción.

La preocupación de los viajeros iba en aumento según pasaban las horas atracados en el puerto de Marsella y no descartaban amotinarse para intentar que el barco no zarpase hacia Italia. Mientras tanto, los pasajeros españoles, y también sus familiares desde España, tratan de realizar todo tipo de gestiones con el Ministerio de Asuntos Exteriores en busca de una solución.

"La situación comienza a ser crítica porque todos estamos muy preocupados. Una de las compañeras tiene que tomar medicamentos y no puede alargar los días porque se le acaban, y también hay gente que no puede alargar su estancia en el barco por distintos motivos. Cada vez hay más nervios porque no nos dan respuestas a nada, parece que nadie nos hace caso", lamenta la pasajera viguesa.

La única buena noticia es que el crucero no tiene a ningún pasajero afectado por el coronavirus, por lo que la vida a bordo mantiene cierta normalidad. "Aquí hay total libertad de movimientos porque cuando partimos desde Buenos Aires la situación todavía estaba tranquila. En lo único que se nota es que comienzan a restringir las comidas en los restaurantes y buffet porque, al no hacer escalas, tampoco recibe abastecimiento, así que comienzan a faltar bastantes productos. Pero eso es lo de menos, a nosotros nos da igual, con tanta preocupación ya no tenemos ni hambre", comenta Concepción.

Los pasajeros aseguran que si les llegan a advertir de esto en la capital argentina no hubieran subido al barco. "El mismo día que nosotros también partió otro crucero de MSC hacia Europa y, tras coincidir en las escalas en Río de Janeiro y Salvador de Bahía, nos enteramos de que dio la vuelta para suspenderlo y que los pasajeros regresaran en avión, pero el nuestro siguió la travesía y cuando llevábamos seis días de navegación nos comunicaron que no haríamos la escala de Tenerife. Ahí comenzamos a preocuparnos, pero no imaginábamos esto", concluye.

Unas vacaciones en Lanzarote "para olvidar cuanto antes"

La situación de angustia por no poder regresar a casa debido a la restricción de vuelos afecta a miles de personas que, por distintas razones, se encontraban lejos de sus hogares cuando se decretó del estado de alarma por el coronavirus. Este es el caso de la viguesa Begoña Rodríguez y su marido, Alberto Borrajo, que disfrutaban de unos días de vacaciones en Lanzarote. Lo que debía ser un viaje para relajarse y descansar se ha convertido en uno de los peores recuerdos de su vida, después de cinco días sin poder dormir en busca de un vuelo para regresar. "Han sido cinco días de desesperación desde el lunes, intentando buscar de todas las maneras posibles billetes a cualquier destino de la península. Hemos llamado cientos de veces al aeropuerto, compañías aéreas, AENA... sin que nos ofreciesen ninguna solución, y también el transporte marítimo está clausurado", comenta angustiada desde su hotel por la mañana. Incluso llegaron a gastarse más de mil euros en unos billetes de Ryanair a Santiago que tenía que salir el pasado lunes, pero al llegar al aeropuerto lo habían clausurado.

Sin embargo ayer por la tarde, cuando menos lo esperaban, la suerte les cambió. Consiguieron plazas en un vuelo a Madrid que no dudaron en coger. Y nada más tomar tierra en Barajas alquilaron un coche en el que a última hora de la noche viajaban hacia Santiago para recoger en el parking del aeropuerto su vehículo, con el que llegar por fin a Vigo. A las once de la noche aún estaban por Benavente, pero las ganas por llegar a casa podían con el cansancio. "Me da igual llegar de madrugada, solo deseo olvidar esto y que puedan volver cuanto antes los que quedaron", afirma Begoña desde el coche rumbo a su hogar.

La desesperación de una porriñesa por regresar a casa desde Bali

"Tenemos miedo a perder el tren de regreso a casa mientras todavía sea posible". Este es el mensaje de desesperación que envía la porriñesa Alba de Béjar desde Bali, donde vive y trabaja con su novio alemán desde hace casi un año, según informa Judit Bernárdez. Ambos están atrapados en esta isla de Indonesia debido a la cancelación constante de vuelos por parte de las compañías aéreas como consecuencia de la pandemia del coronavirus. "Intentamos reservar billete, tanto nosotros desde aquí, como nuestras familias desde Europa, pero la web está saturada y resulta imposible procesar el pago; sin mencionar que un vuelo de regreso a España o Alemania cuesta 3.000 euros por persona ahora mismo", comenta Alba, que ya se ha puesto en contacto con la embajada española, donde "no saben que decirnos, solamente que a ellos les consta que hay opciones de salida y que intentemos comprar un billete cuanto antes".

Comparten su incertidumbre con un grupo de españolas que se encuentran en otra zona de Bali y que tampoco tienen posibilidad de regresar a España. "A través de ellas nos enteramos de las cancelaciones", explica Alba, que se plantea volar a cualquier lugar de Europa debido a que la situación en Bali se está empezando a complicar. "Ayer empezamos a ver los primeros policías en cajeros automáticos para controlar que no saquemos mucho dinero", indica esta porriñesa. Un escenario que se agrava porque, dice, "Bali no está oficialmente en cuarentena y hay muy poca información con respecto al virus y su expansión aquí, supongo que por miedo a espantar a los turistas", concluye.