Irene es una joven viguesa de 26 años que viajó a Madrid el 6 de marzo para presentarse a unas oposiciones pero ya no volvió. Antes incluso de que se decretara el estado de alarma y de la multiplicación de los contagios por el coronavirus, ella y su novia de Ourense que vive en la capital, decidieron no volver a Galicia: "No estamos contagiadas pero podemos ser portadoras y es nuestra responsabilidad quedarnos" anunciaban por WhatsApp a sus amigos y familiares.

Llevan casi dos semanas conviviendo en un apartamento de apenas 45 m2 con su gato y sin ventanas exteriores. A las 20:00, cada día, se asoman al patio interior a aplaudir con sus vecinos para hacer sonar su apoyo a los sanitarios que lucha contra el COVID-19 y sentirse también arropadas por el eco de las palmadas mientras esperan, como todos, poder volver a abrazar su familia: "Esta es una oportunidad para valorar lo que tenemos cosas del día a día que pasamos por alto y hoy es lo que más queremos en el mundo", reflexiona Irene.