Carlos Umaña, miembro del grupo directivo de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), enseña con orgullo a su "amigo Alfred". Se refiere a la medalla del premio Nobel de la Paz que su organización recibió en 2017 por su lucha contra el desarme nuclear. La pieza de oro brilla como el primer día en el interior de una pequeña caja de madera. "Es que no fue muy manoseada", bromea Umaña. De formación médico, Carlos Umaña defiende que la estrategia para afrontar la crisis climática debe contemplar la prohibición de estas armas de destrucción masiva.

- La población percibe el riesgo del coronavirus y, en cambio, no de una bomba nuclear, pese a ser mucho más letal. ¿Por qué?

-La gente está alarmada por el coronavirus porque ve el riesgo personal. Sin embargo, con las armas nucleares el riesgo es mucho mayor y no lo han interiorizado. Esa es la gran tarea que tenemos por delante. Algo que nos ha ayudado muchísimo para concienciar a la población es viajar con la superviviente de Hiroshima Setsuko Thurlow porque es un mensaje muy personal de los horrores que vivió. Si hablamos de las dos amenazas existenciales que hay hoy, que son las armas nucleares y la crisis climática, el desarme tiene que formar parte de la estrategia para afrontar el cambio climático. En las armas nucleares se invierten al año 116.000 millones de dólares solamente en su mantenimiento y movilización.

- ¿En qué consiste el tratado para la prohibición de las armas nucleares, que fue aprobado por 122 países el 7 de julio de 2017?

-Es un tratado que prohíbe las armas nucleares de varias formas: la tenencia, la producción, el transporte, el almacenamiento e, incluso, la asistencia a procesos militares relacionadas con ellas y la financiación. En realidad, el tratado lo que hace es estigmatizar las armas nucleares. Al existir este documento, obliga a los países a que confronten con una posición y mientras un país no firme la declaración está diciendo que las armas nucleares son aceptadas.

- ¿Y qué dice España?

-De momento, como Gobierno no está haciendo mucho. España, al igual que el resto de países de la OTAN, se ha abstenido de participar en todos los procesos que han llevado a la prohibición. Sin embargo, esto podría cambiar. En 2018 hubo un movimiento en el Congreso de los Diputados promovido por Unidas Podemos. Consiguieron 92 firmas e hicieron que se incluyera el tratado dentro de las negociaciones entre Podemos y PSOE. Fruto de ello, Pedro Sánchez lo firmó. Ese compromiso no se ha concretado todavía por presión política de la OTAN; sin embargo, España no tiene impedimento legal y la sociedad ya manifestó su rechazo en el referéndum de 1986 y a través del Código Penal. Si España firmase la prohibición, se daría un gran paso para deslegitimar las armas nucleares. Hay que tener en cuenta que son armas prácticas, no sirven para atacar un objetivo específico; están hechas para apuntar ciudades y matar población civil de una forma espantosa. Tampoco se pueden controlar sus efectos, sino que es un acto suicida, porque usarlas implica recibir también un ataque. Su único valor, por tanto, es como símbolo de amenaza.

- ¿Tienen esperanza de que el Gobierno dé el paso final?

-Sí, tenemos esperanzas. Hemos visitado París, Barcelona, Andorra, Madrid... Y hay movimiento, estamos recibiendo apoyos de muchos sitios. La gente tiene que saber el riesgo enorme en el que estamos y el poder que ellos tienen para lograr ese cambio. Especialmente, en un país tan descentralizado como es España.

- ¿Con el Nobel de la Paz han ganado en visibilidad?

-Yo empecé a trabajar con ICAN en 2002 y al principio nadie quería mencionar la prohibición. Nos cerraron muchas puertas en la cara. El premio a nivel económico fue una salvación y nos ha servido para promover nuestro mensaje.