Iván Rey, natural de Monterroso, vive en la ciudad italiana de Ferrara, próxima a la denominada "zona roja" en la que se aplican todas las restricciones impuestas por el Ejecutivo del país transalpino. Un doctorado en Arqueología que todavía está en proceso es el motivo que ha llevado a este joven de 28 años a trasladar su residencia. "La universidad está cerrada, pero como hago trabajo de investigación, puedo realizar mis tareas en casa", asegura.

Confiesa que no siente ni "pánico" ni "miedo" por la situación de emergencia nacional ocasionada por el coronavirus, por lo que no se ha planteado abandonar Italia a pesar de las constantes llamadas de familiares pidiéndole que regrese a Galicia. "No estoy alertado y no lo voy a estar. La gente no conoce la enfermedad. Tanto yo como mis compañeros somos escépticos, sabemos que no estamos en ningún grupo de riesgo. La única preocupación que tengo es si me van a dejar salir del país en Semana Santa para volver a Monterroso en vacaciones. Mi trabajo está aquí", destaca.

Iván, consciente de que su círculo más próximo está "preocupado", deja claro que no va a dejar de hacer su vida. "Recibo llamadas y mensajes todos los días, pero no pienso cambiar mis planes por esta circunstancia: no podemos vivir encerrados o huir. Incluso me preguntan si tengo comida, ya me lo tomo a cachondeo. Resulta curioso que mis seres queridos están más preocupados ahora que cuando trabajaba en Irán", comenta.

Del otro lado de la moneda está Javier Fernández, que estudia en Milán un máster en Informática. Este joven vigués de 25 años decidió emprender el viaje de vuelta hace tres días una vez supo que la universidad se mantendría cerrada hasta el 3 de abril. "No regresé por pánico al coronavirus, sino por aburrimiento: allí no podíamos hacer absolutamente nada. Mis compañeros han hecho lo mismo", subraya antes de desvelar la "incertidumbre" que le genera no saber cuándo retomará su ansiada rutina.

"Me duele que tengamos que pasar por una situación de este estilo, siento impotencia. Tengo ganas de volver porque mi vida está allí, pero no pasa nada por estar un tiempo en casa con mis amigos y mi familia. Me alegro de haber vuelto: prefiero estar en Vigo que en Milán encerrado", anota Javier, que espera que este embrollo se pueda solucionar lo más "pronto" posible.

Apunta que sí se augura con "miedo" el futuro con el que deberá lidiar la capital de la región de Lombardía. "Han cerrado el motor económico del país, que es el norte, y hay preocupación por conocer cómo y cuándo saldrá de este estado de parálisis y si Milán volverá a ser la ciudad que yo conozco: repleta de personas con prisa, con vida. Ahora, el estado es de depresión, los ciudadanos se han dado cuenta de que esto no es una broma, sino que va en serio", asevera.