El cierre del centro municipal de mayores de Valdemoro pilló este viernes por sorpresa a sus usuarios y hasta al panadero que abandonó en la puerta las barras de pan que cada día acerca a este edificio en el que pasaba sus ratos libres el cuarto muerto con coronavirus de España, un guardia civil jubilado de 76 años. El hombre con dolencias previas que falleció el pasado jueves en el Hospital Infanta Elena solía acudir a este lugar a echar la partida con otros compañeros.

"Me enteré de que se había muerto porque ayer me llamó un amigo y me dijo que tenía que ir al tanatorio porque había muerto este señor", revelaba frente a la entrada del geriátrico Elisardo Francés, la única persona que reconocía conocer "de vista" al fallecido. De su nombre se había olvidado, insistía este jubilado, quien sin embargo sí recordaba que "era el que se sentaba con Simón", otro de los usuarios del recinto.

El resto de los mayores que acudían este viernes al centro donde leen el periódico, charlan, bailan, aprende informática y se toman cervezas por un euro, se topaban extrañados con las puertas del mismo cerradas. La mayoría decidía entonces cruzar la calle y pasar la mañana jugando a la petanca en el Parque Duque de Ahumada, ajenos a este fallecimiento y a los otros 19 contagios registrados en el centro. "Supe lo del fallecido con coronavirus por mi hijo", explicaba esta mañana Ángel García, de 76 años, mientras buscaba los primeros rayos del sol del día y desoía los consejos de su hijo. "Me dijo: papi, aléjate del centro", comentaba con una pícara sonrisa.

La mayoría de los familiares de los ancianos de este punto de encuentro de mayores les trataban de convencer de que no salieran a la calle y de que, sobre todo, no se acercaran al centro. Algunos obedecieron, pero fueron también muchos los que tomaban la decisión de no cambiar su rutina a pesar de la clausura preventiva del edificio e imporvisar otros entretenimientos. "Yo no tengo ningún miedo, si me toca el coronavirus, pues mala suerte", zanjaba Ángel García de camino al parque donde una veintena de sus amigos jugaban a la petanca.

Uno de ellos, Antonio Romero, de 73 años, disfrutaba orondo y enfundado en un chillón jersey rojo de la atención que le prestaban los periodistas que tomaron con sus cámaras y micrófonos la calle del General Mariátegui de Valdemoro. "Yo ya me hice las pruebas porque tuve gripe y los doctores me han dicho que no estoy contagiado", presumía con la única pena de que este viernes y hasta que se vuelva a abrir el centro no va a poder jugar al mus con sus compañeros. A sus hijos, como Ángel García, tampoco les ha hecho caso a pesar de que le insistían una y otra vez por teléfono de que se alejase de la zona.

Cervecitas y campeonatos de petanca

Menos locuaz se mostraba R.H.H, de 74 años, que pedía sonriendo que nadie se le acercase a menos de un metro de distancia. "En el centro nos tomamos las cervecitas y preparamos nuestros campeonatos de petanca que celebramos los jueves y sábados", explicaba sin temor alguno al contagio del covid-19, nombre científico del virus. "Cuando me llegue la hora, me llegó", añadía con la misma tranquilidad que sus amigos de juego.

Matías Gómez, el único de los que participaban en la conversación que aún trabaja por las noches como vigilante de seguridad de un garaje de la capital, no daba crédito al revuelo que esta noticia ha provocado en este municipio del sur de Madrid. "A ver si nos enteramos de quiénes son los contagiados", repetía mientras lanzaba una bola.

El trasiego de hombres mayores que paseaban apoyados en sus bastones y abrigados con gorras por los aledaños del geriátrico era continuo. Mujeres, durante las primeras horas de esta mañana, ni una. "Supongo que estarán haciendo la compra", argumentaba José Antonio Martín, otro jubilado de la Guardia Civil de 66 años, desconcertado porque uno de sus amigos se acababa de marchar del parque "por orden de uno de sus hijos".

"¡No me diga! Me muero de miedo"

A escasos metros del centro municipal de mayores, Geles Hueter, de 66 años, caminaba con prisa a la tienda. Se resistía a pararse y a hablar y solo lo hizo cuando se le comentó que uno de los usuarios del lugar en el que ella aprende informática había fallecido. "¡No me diga! Me muero de miedo", proclamaba decidida a encerrarse en casa y no salir más que para hacer la compra. El susto fue mayor cuando supo que le hombre había muerto en el Hospital Infanta Elena de Valdemoro. "¡Por Dios, esta tarde tengo que ir allí a hacerme una radiografía!", exclamaba con las manos en la cabeza.

"No sé porque tienen tanto miedo", terciaba en la charla Daniel Torres, un hombre de 83 años que prefiere pasear a juntarse con otros ancianos. "Nunca me ha gustado jugar a las cartas", justificaba de camino al hospital, un recorrido que hace cada día para mantenerse en forma.

Con un pañuelo de papel en la nariz se acercaba expectante por el revuelo periodístico Francisco García, de 72 años, quien el pasado jueves comió en el centro de mayores al que esperar regresar pronto. "Tengo un poco de catarro pero no creo que esté infectado", se autodiagnosticaba sin temor alguno a la enfermedad porque "si me toca, me toca". La misma teoría defendía Jesús Portores, de 78 años, poco antes de comprar el pan y sin hacer caso tampoco a los consejos de su hija que le pedía prudencia y que no pasease cerca del centro municipal. Los consejos de los familiares caían en saco roto. La curiosidad de los ancianos venció a los ruegos de prudencia de sus hijos.