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Patricia Solis: "El problema de las 'tablets' es cuando la usamos para que los niños jueguen solos"

"No tengamos prisa, hay aprendizajes que no tiene sentido iniciar antes de la edad a la que el cerebro está realmente preparado para ello"

Patricia Solís. / Luisma Murias

La doctora en Psicología y docente de la Universidad Internacional de La Rioja Patricia Solís es especialista en el aprendizaje en la primera infancia, hasta los tres años.

- ¿Estamos obsesionados con fabricar genios?

-Estamos ante la generación más estimulada de la historia, la de más frustraciones en la etapa adulta e incapaz de tolerar el aburrimiento. Es así de drástico. Y estamos ante los padres más presionados por intentar que sus hijos sean los niños perfectos, olvidando cuál es ideal de perfección.

- Se quiere que sean muy trabajadores y al mismo tiempo que estén entretenidos. ¿No es contradictorio?

-Los padres no tenemos ni el tiempo, por las dificultades de conciliación, ni los recursos para encauzar a nuestros hijos. La solución de la pantalla es un estímulo rápido, que capta la atención y que tiene unas repercusiones a largo plazo. Un niño acostumbrado a estímulos rápidos y de pantalla va a tener, probablemente, dificultades de concentración y en el proceso de lectoescritura.

- Y eso ya gusta menos.

-Sí. Como padres, estamos presionados con que los niños a los tres años ya sepan hablar un segundo idioma, que se hayan iniciado en tocar un instrumento o que sepan nadar. Los bombardeamos con la infinidad de actividades que hay disponibles ahora.

- En realidad, no tengamos prisa. ¿Verdad?

-Ninguna. Este es uno de los neuromitos. Aunque es cierto que los niños hasta los tres años tienen una capacidad de aprendizaje muy amplia que no se va a repetir, hay ciertos aprendizajes que no tiene sentido iniciar antes de la edad a la que realmente el cerebro está preparado para ello.

- ¿Por ejemplo?

-Cuando presionamos a un niño en el aprendizaje de la lectura antes de que realmente esté preparado, va a iniciarse en esa lectura, pero va a hacer una mala adquisición. Y eso a la larga va a ser un problema de aprendizaje.

- Hay quien dice que no se debe exponer a los niños a las pantallas ni un minuto antes de los tres años.

-Cuanto menos, mejor. La gratificación de la pantalla es mucho más inmediata. A un niño acostumbrado a la pantalla de un móvil, si lo pones a hacer un puzle se desespera. Los tiempos son más difíciles y va a haber frustración.

- Hay colegios que abogan por la pantalla para educar.

-Inevitablemente, vamos hacia un mundo digital y estoy convencida de que los niños que se escolarizan ahora con tres años prácticamente no van a escribir a mano, porque no lo van a necesitar. El problema es cuando diferenciamos la pantalla como instrumento para aprendizaje o como instrumento de entretenimiento. Si nos sentamos con nuestros hijos con una tablet a utilizar una aplicación educativa veinte minutos un día a la semana es genial. No habría problema. El problema es cuando la utilizamos para que se entretengan solos. Es como los juguetes. Si se ilumina, tiene sonidos y se mueve no es un juguete, porque el niño no va a interactuar con él.

- ¿Es mejor dejar que hagan que hacer?

-Hay una frase clave: los niños aprenden en el suelo. Tienen que estar en el suelo para adquirir todas las destrezas motóricas, como arrastrarse, caminar, trepar... Del aprendizaje motor van a venir los otros: la parte cognitiva, el lenguaje y la parte social. Pero en ese orden. No tiene sentido que un niño adquiera una segunda lengua cuando no ha aprendido a caminar.

- O aprenderse a Mozart.

-Recuerdo la euforia de hace unos años de ponerle a los niños Mozart antes de que naciesen porque se desarrollaban más. Es un mito. Es cierto que la música estimula la concentración, pero es una concentración muy corta. Y da igual que sea Mozart o que sea rock. Estamos generando una presión sobre los padres que no tiene sentido. Hay cuadernillos de trabajo de verano para niños de guardería. Es absurdo. Los niños aprenden jugando, interactuando y escuchando.

- Vivimos en un mundo de comparaciones y competición. ¿Es sano para los niños?

-Los niños no se comparan entre ellos si no hay un adulto que haga esa comparación previa. Muchas veces no son conscientes de que ellos pueden hacer algo y el otro no. Son los adultos los que dicen que fulanito ya se sabe las vocales y tú no. Ahí los padres tenemos mucha culpa al comparar entre hermanos, entre primos, entre niños en general.

- El sistema no ayuda.

-En el ámbito educativo tenemos un problema. Estamos intentando trabajar en aprendizaje cooperativo. Los niños tienen que aprender a cooperar, porque lo que se demanda en la actualidad son los grupos cooperativos de trabajo. Durante la etapa académica, en el aula se da ese ambiente cooperativo, pero después las evaluaciones son competitivas. Es un poco paradójico. Un niño llega a casa diciendo: 'Mamá, hoy hemos hecho este trabajo', y le contestamos: 'Sí, pero ¿qué nota has tenido? ¿Y qué han sacado los demás?'. Siempre comparamos y lo que estamos generando es frustración, porque estamos depositando unas expectativas en un niño que no siempre puede cumplir y, al final, teme defraudarnos.

- Cada niño tiene un ritmo y debe crecer conforme a él. ¿Es complicado de aplicar?

-Sí. Es muy complicado, porque los primeros que tienen que darse cuenta de ello son los padres y los profesionales de la educación. Tanto unos como otros somos educadores. Y tenemos que partir de que cada niño tiene un ritmo y que aunque yo presione de más no voy a poder adelantar ese niño. Si yo planto un castaño y tengo que esperar a que crezca, por más que lo riegue no va a crecer antes de tiempo. Lo que voy a conseguir es encharcarlo.

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