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Uno de los vuestros

Ritchie da señales de vida como cineasta valioso, pero no hay que fiarse mucho

Michelle Dockery y Matthew McConaughey, en la película. // C. Raphael

La primera escena propone un truco para un trato ventajista. Algo a lo que Guy Ritchie nos tiene mal acostumbrados desde sus prometedores inicios como cronista rompecocos de los bajos fondos de alta gama. Luego su trayectoria perdió rumbo y fuelle hasta darse de bruces con el fondo de su lujosa piscina gracias al rey Arturo o Aladino y su lámpara ferruñosa. Con las riñoneras bien cargadas de dólares, Ritchie intenta ahora congraciarse de alguna forma con sus admiradores de antaño dándole a sus primeros guantazos verborreicos y de imagen convulsa (siempre fue un sucedáneo de Tarantino, antes de que el propio Tarantino se convirtiera en sucedáneo de sí mismo) un barniz más actual y lustroso.

Las señales de identidad confusa están ahí, y hacen que el producto prefabricado se consuma sin mayores problemas, incluso con ocasional placer, pero lo que sale en pantalla es un juego artificial que se agota en cuanto restalla. Y no será porque el guión no se esfuerce en trazar galimatías que lo haga parecer interesante y retorcido, con puntos de vista saltimbanquis, cabriolas espacio temporales y mucho diálogo de tralla, echando mano de trucos como el citado al principio con un salpicón de sangre que parece anticipar muertes sorprendentes. Pero en este mundillo inmundo de caballeros de espada oxidada y vidas mal afiladas no hay lugar para la sorpresa. Ritchie ha calmado sus ansias de impactar con la cámara y todo es más manso, lo que no se traduce en un dibujo más preciso de los personajes. El reparto está bien en líneas generales (aunque no se sepa muy bien qué aporta la presencia de Hugh Grant, por resultona que sea, salvo en una escena de cierta relevancia) excepto la discutible elección de un Matthew McConaughey que envara y ensombrece demasiado su trabajo cuando el tono de la película reclama más ironía y ligereza. Más espíritu gamberrete. Algo que sí entendieron Charlie Hunnam y un sensacional Colin Farrell que progresa adecuadamente.

La presencia femenina, oh, parece rescatada de las catacumbas del cine macho alfa. Resumiendo: esto no es "Lock & Stock" ni "Snatch. Cerdos y diamantes", ni siquiera "RocknRolla", aunque tampoco es "Barridos por la marea" o "Rey Arturo: La leyenda de Excalibur".

O sea: Ritchie da señales de vida como cineasta valioso, pero no hay que fiarse mucho porque su próximo proyecto es "Cash Truck", con Jason Statham. Otro toma el dinero y corre.

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