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Fuga sin fin

La película actualiza la leyenda de Bonnie & Clyde, dos atracadores de bancos

Daniel Kaluuya y Jodie Turner-Smith, en una secuencia de la película.

Un grafiti impone su ley reivindicativa al final en una pared rodeada de furia y desconfianza: los fugitivos acaban siendo héroes para quienes jalearon su condición de víctimas de una sociedad injusta en la que el racismo puede convertir a unos inocentes en malhechores a los que cazar sin piedad. "Queen & Slim" actualiza la leyenda de Bonnie & Clyde (dos simplones asaltadores de bancos de gatillo fácil que acabaron convertidos en ídolos de masas con una inexplicable aura romántica) llevándola al terreno de la denuncia social. Una inofensiva cita por Tinder termina en una tragedia por la intervención brutal de un policía chulesco que odia a los negros. Y los humilla, los agrede y? Le sale el tiro por la culata. A partir de un error inesperado, dos ciudadanos normales y corrientes se convierten en piezas a abatir por un sistema que no concede segundas oportunidades y condena sin juicio.

Podría parecer excesiva la reacción de la pareja (ella es abogada, se supone que tiene armas legales para defenderse, pero es la primera que decide escapar), si no fuera porque la realidad está llena de casos reales que demuestran que hay pistolas que disparan primero y preguntan después, y jueces que sentencian antes que empiece el juicio. Aceptamos pues su huida como única vía de escape.

Lo que resulta menos aceptable es que la road movie se dispare en metraje con escenas de parloteo estéril y subtramas que no aportan nada (la relación con la familia blanca al final es casi un despropósito), dejándose llevar poco a poco por ese espíritu romántico-aventurero de "Thelma" y Louise, con algunos diálogos "poéticos" sobre amores trascendentes más allá de esta vida que producen cierto sonrojo.

Quedan vestigios de la película iracunda que pudo ser, hay cierta grandeza en la hospitalidad que reciben los fugitivos por parte de la comunidad negra, que los ve como unos símbolos de la guerra contra el yugo blanco, y quedan dos potentes interpretaciones principales que aportan veracidad y fisicidad en su progresiva afinidad sentimental. Y erótica. No tienen la culpa de que la directora, brillante en ocasiones, cometa torpezas como cierto montaje paralelo con un coito en el coche, o de que que algunos actores secundarios no les den una réplica convincente.

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