En septiembre José Carlos Martínez cerró la puerta de la Compañía Nacional de Danza (CND) después de dirigirla durante ocho años. Ahora, el bailarín y coreógrafo ultima el estreno de "El Corsario" para el Ballet de la Ópera Nacional de Roma.

- Se ha convertido en el primer español en coreografiar el Concierto de Año Nuevo de Viena y son ya 79 ediciones. ¿Qué supone tener ese título?

-Ha sido un reto, seas el primero o el cuarto. Hay mucha tradición pero hay que innovar, mostrar algo diferente, aunque dentro de su línea. Además, hacer una coreografía para la televisión no es lo mismo, porque no es en un escenario, había que adaptarse al espacio, al suelo... Es algo que hay que hacer una vez en la vida.

- ¿Cómo ha sido a nivel profesional afrontar este reto?

-No tienes el control sobre todo, pero a la vez se trabaja con unos equipos con mucha experiencia. Es verdad que en un principio trabajamos en estudio con los bailarines, hice una coreografía y luego al pisar los espacios pues la cambié totalmente. Yo me divertí viendo mi coreografía de otra manera a través de la cámara. Da una visión diferente de la pieza.

- Y otro reto ha sido el de montar la Gran Gala Estrellas de la Danza.

-Lo interesante de este proyecto es poder hacer que bailen aquí algunos de los bailarines españoles que están fuera y otros que están en nuestro país, pero no tienen tantas opciones porque no hay compañías ni los teatros programan danza.

- ¿Y eso por qué?

-Es extraño porque pasa esencialmente en España. En otros países del mundo no pasa, cuando hay crisis se recorta en todo por igual. Aquí nunca se ha terminado de instalar la danza en los teatros.

- ¿Qué destacaría de la gala?

-Vamos a presentar dos estrenos mundiales: una coreografía de Aida Abadía, con música en directo con arpa, y una pieza de Iratxe Ansa. El público debe tener la posibilidad de ver a dos clásicos descubrir el talento de estos coreógrafos.

- ¿Por qué montar esta gala y cómo fue la elección de esas estrellas, entre las que se encuentran bailarines españoles como Lucía Lacarra y grandes figuras de compañías extranjeras como Matthew Golding, de The Royal Ballet de Londres?

-Pues pensé en organizar una gala con un gran nivel artístico, que hubiera de todo y empecé a llamar a bailarines. La dificultad de una gala es reunir un elenco porque cada uno tiene su trayectoria. Por eso cada gala es diferente, pero eso también es interesante. Podíamos haber cogido solo a bailarines conocidos, pero quería dar la oportunidad a los jóvenes. Ahí está Sonia Vinograd, en el Ballet Nacional de Oslo y aquí prácticamente no ha bailado.

- Es un poco paradójico que para triunfar, un bailarín español tenga que irse fuera, pero cuando se va fuera y triunfa, deja de tener visibilidad aquí.

-Es terrible, pero eso es porque hay muy pocas compañías de danza en nuestro país y muchos bailarines buenos. En todos los estilos. Por eso me gustaría que estas galas fueran más estables y formar un grupo de bailarines.

- Dejó la CND en septiembre. ¿Cómo lleva esta nueva etapa?

-Digamos que tengo muchos proyectos personales. Al apostar por la Compañía Nacional de Danza dejé mi faceta de coreógrafo entre paréntesis y paré proyectos fuera, pero ahora estoy trabajando más de lo que pensaba. Pero bueno, que sí echo de menos que se ha parado un poco el proyecto. Me da pena el frenazo que ha pegado la CND. Es triste por la danza en nuestro país porque había algo construyéndose, pero no se apuesta por los proyectos a largo plazo, se empieza de cero cada vez. Los bailarines hicieron el año anterior 87 espectáculos y este no van a llegar a 40.

- Ahora que lo ve con cierta distancia, ¿qué huella cree que ha dejado en la CND?

-Estuve en diciembre en el Teatro de la Zarzuela y la vi en plena forma. Comparándola con la compañía que había cuando yo llegué es una evolución y un cambio total. Espero haber dejado toda la labor social y pedagógica que empezamos y eso se sigue haciendo. Ese es mi sello.

- No sé si las instituciones han respondido tan bien como el público a la danza.

-Yo creo que el público ha respondido siempre. Siempre he visto al público con ganas de ver danza. Hay público y bailarines increíbles, pero falta estabilidad para las compañías, más voluntad en los programadores y apoyo institucional.

- ¿En todos estos años ha visto en sus actuaciones a muchos políticos o gestores culturales, de cualquier gobierno?

-Ha habido de todo. En los ocho años que estuve en la compañía hubo cuatro directores diferentes del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem). A algunos les gustaba más que a otros. Pero yo me he sentido siempre muy apoyado por el Inaem y por el Ministerio de Cultura. Incluso en período de crisis. Cuando llegué había 42 bailarines y llegamos a tener 50. Lo que pasa es que el presupuesto era pequeño. Yo me he adaptado a cada director del Inaem, pero no debería cambiar por un cambio político. El problema es la falta de estabilidad de la cultura en nuestro país. No debería depender de los cambios políticos.