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Rueda: "La invasión de Irak fue el hito más importante del siglo XXI, cambió todo"

"Para mí, ha sido un drama escribir este libro", aseguró en Vigo - En dicha obra, presenta quién eran los ocho espías españoles asesinados en Irak en el año 2003

Asistentes al Club FARO, ayer, en el auditorio del MARCO. // Ricardo Grobas

"La invasión de Irak fue el acontecimiento más importante del siglo XXI; lo cambió todo", defendió ayer el periodista especializado en espionaje Fernando Rueda quien retornó a Club FARO para presentar su último libro, "Destrucción masiva", editado por Roca Editorial. En él, reconstruye las vidas y últimos días de ocho espías españoles asesinados en 2003 en Irak mientras se encontraban de misión.

Siete de ellos cayeron en una emboscada. Allí, en el país árabe, se habían convertido en "enemigos", señaló Rueda, después del ataque del 11-S de 2001 perpetrado contra las Torres Gemelas. Este experto recordó ante el público que Estados Unidos inició su cruzada particular contra Bin Laden, al que acusó del ataque terrorista, al tiempo que lo vinculaba con Saddam Hussein.

Rueda -que fue presentado por el periodista Víctor Blanco- recalcó que ambos no eran ni amigos ni aliados. En cuanto a la teoría de que Irak albergaba armas de destrucción masiva -lo que defendía la CIA y el M16 británico en aquel momento, a pesar de que el CNI (Centros Nacional de Inteligencia) lo negaba en sus informes-, el periodista señaló que Saddam "no se podía permitir decir que no tenía armas de destrucción masiva. Él pensaba que, aunque no las tuviera, le iban a atacar igualmente. A él, lo que le daba miedo era Irán que si se enteraba de que no tenía determinadas armas podía atacarlo".

No obstante, Fernando Rueda arrancó su coloquio presentando a los ocho espías españoles asesinados, y conocidos como los héroes de Irak. Para que el público empatizara con ellos, inició la intervención con una foto en la que se podía ver a Bernal, Alfonso Vega, Carlos Baró y Alberto Martínez frente a una tienda tradicional en Irak. En otras imágenes posteriores, los asistentes a Club FARO pudieron conocer a Luis Ignacio Zanón, José Lucas Egea, José Ramón Merino, José Carlos Rodríguez y José Manuel Sánchez Riera.

Bernal y Martínez fueron los primeros que llegaron a Irak como espías. Durante años, estuvieron facilitando información al Gobierno y consiguiendo contactos. Sin embargo, tras la invasión de Irak, la población y gran parte de sus contactos pasaron a tomarlos como enemigos en lugar de los amigos que habían sido hasta entonces debido al posicionamiento del presidente Aznar en el eje de Bush contra dicho país.

"Se marcharon cuando fue la invasión pero después volvieron. España empezó a apoyar la guerra y la gente que había confiado en ellos ya no confía. Vuelven y se convierten en enemigos para matar. Como Aznar decidió enviar tropas al país, decidió también enviar más agentes del CNI para dar protección a los soldados. Entre los nuevos, se contraban Baró y Vega", rememoró.

Tanto Bernal como Martínez, explicó Rueda, eran agentes de campo, es decir, oficiales de inteligencia. Sin embargo Baró y Vega "eran James Bond", en referencia a que eran dos hombres muy preparados en operaciones especiales.

Baró procedía de La Legión y contaba con una historia especial detrás ya que uno de sus tíos había sido asesinado por ETA y a otro -religioso- lo mataron en El Salvador.

En octubre de 2003, Zanón regresó a España porque su mujer estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo. Fue en España, donde conoció la noticia de que habían asesinado a Bernal. En el libro, Rueda novela este hecho real.

"Baró recomendó al CNI que sacasen a Martínez de Irak porque le tenían localizado", de hecho, hubo un informe del Centro Nacional de Inteligencia en ese sentido, sin embargo, no se siguió la recomendación.

En aquel momento, España quería seguir teniendo agentes en Irak y los superiores pensaron que lo ideal sería que dos experimentados espías formasen al nuevo contingente.

En el libro, se relata cómo vivieron las horas previas a la emboscada y cómo uno resultó herido pero pero consiguiendo salvar la vida.

En el epílogo, Rueda imagina -pero siempre intentado acercarse lo máximo posible a lo que en realidad pudo ocurrir- su vida tras el ataque, cómo sobrevivió y en qué condiciones.

Rueda insistió en que el fin de esta obra literaria es conocer quiénes eran "los héroes de Irak" y sacar conclusiones de una de las debacles más hirientes y dolorosas de la historia del servicio de inteligencia español.

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