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Edmundo Portolés: "Siempre he pensado que Baiona es un sitio de espías"

El empresario publica "La avería del K9", una novela ambientada en Vigo y en la real villa

Edmundo Portolés, con su libro. // Marta G. Brea

"No soy escritor, y seguramente este será el último libro", advierte antes que nada Edmundo Portolés. Su afán por figurar es tan inexistente que su nombre ni siquiera aparece en la cubierta de "La avería del K9" (Círculo Rojo), una novela de ficción, humor e historia ambientada en Baiona y Vigo. Cerca de la villa miñorana emerge, en 1971, el submarino soviético que da título a su relato. Sus páginas recogen -destaca el autor- "situaciones casi cómicas" que involucran a "los rusos, la CIA, el Vaticano y el Cable Inglés".

La trama, con la Guerra Fría como telón de fondo, es una excusa para escribir en clave sobre personas de verdad. "Todos los personajes de la novela que no son rusos son reales, pero con el nombre cambiado -explica-; y algún ruso recuerda a algún amigo. Son personas que aún viven y que se pueden reconocer", avisa. ¿Alguna pista? Portolés, conocido en el sector automovilístico vigués y ahora jubilado, anticipa que hay "personas del ámbito de la movida viguesa y baionesa". "Siempre he pensado que Baiona es un sitio de espías -apunta-, por la gente que allí habla idiomas y toma copas".

Escrita con un estilo casi "telegráfico", "La avería del K9" transcurre en dos bares de Baiona, el Cacheiras y el Nichi, así como dos locales vigueses: el Manco -licencia literaria, ya que no existía en 1971- y el mítico bar Baiona de la calle Poboadores, donde muchos vigueses terminaban sus noches de juerga ya al amanecer ante un plato de espaguetis.

Aunque nacido en Ferrol, Portolés se considera de Baiona de toda la vida. Allí veraneaba su padre, marino de guerra, antes de la contienda de 1936, y él fue asiduo desde su infancia. "En 1971 Baiona era un pequeño pueblo pesquero, con tres fábricas de mejillones, y en la principal playa había una carpintería de ribera", recuerda.

En la novela se habla de la dura vida de los marineros, de la soledad en la mar y de la incomprensión -y hasta depresión- que muchos sufren al volver a tierra con la familia. También de una época "analógica", como dice Portolés, en la que "la gente, para divertirse, tenía que hablar con los demás".

El libro, de apenas 180 páginas, destila también conocimiento y amor por la mar, como corresponde a un patrón de yate que gusta de la buena comida y la buena conversación a bordo, y que considera, como refieren algunas guías inglesas, que "las Rías Baixas, con buen tiempo, son el mejor sitio del mundo para navegar". Y siempre a vela, por supuesto, aunque venga calma chicha. "Nunca me he reído más que como lo he hecho después de aburrirme en un barco", asegura.

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