Como dice Mariano Antolín Rato en el prólogo de "Taller de traducción" (Alba Editorial), el buen traductor "aspira a desaparecer, intenta que el lector no se fije en él, quiere ser literalmente invisible con objeto de que lo que brille sea el autor". Maite Fernández Estañán, autora de este libro, explica en la obra, con un lenguaje coloquial y accesible, las claves del desconocido e injustamente ignorado oficio de traductor.

- ¿Su libro "Taller de traducción" es un manual "de manual" para traductores?

-El libro se articula como un manual para traductores aunque, evidentemente, la traducción no es un oficio que pueda guiarse por manuales. En realidad, se trata de un compendio de problemas de traducción y la mayoría, si no todos, carecen de una solución "elegante" en el sentido matemático del término. Todas las soluciones que se aportan son imperfectas, parciales u opcionales. Lo que importa es la reflexión, saber qué queremos lograr con nuestro texto.

- Pero también lo puede disfrutar el público en general.

-Tiene partes más reflexivas, pero también está lleno de ejemplos. Algunos de ellos los utilicé en la presentación de uno de los libros del taller. Esperaba que vinieran muchos traductores, pero al final, a la presentación los que vinieron fueron los familiares y amigos de los alumnos. Entré en pánico pensando en lo mucho que se iban a aburrir con mi charla, pero, a medida que iba hablando, me daba cuenta de que estaba captando su interés, y de que entendían perfectamente las diferencias que había entre una traducción mediocre y otra mejor y que se daban cuenta de por qué el traductor es importante y por qué un libro puede cambiar radicalmente según quién y cómo lo traduzca. En el fondo, a cualquier lector, aunque no lo sepa, le interesa la traducción.

- Los traductores son también creadores de lenguaje. Gracias a ellos llamamos "yonqui" a un toxicómano. ¿No es muy excepcional que esas creaciones se asienten en nuestra lengua?

-Sí, es excepcional. En eso los periodistas soléis tener muchas más posibilidades de incorporar nuevas palabras a la lengua, debido a la urgencia con que se necesita traducir esos conceptos que surgen cada día por todas partes, y más aún ahora con la inmediatez de Internet.

- Decía Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". ¿La traducción literaria exige tener un bagaje cultural amplio?

-Nunca me he creído esa frase. Por mi experiencia, no creo que mi lengua me imponga límites. Un traductor está constantemente traspasando fronteras y moviéndose por ese mundo que hay más allá, con o sin lenguaje. Y por supuesto que un traductor necesita un gran bagaje cultural, pero nadie tiene un bagaje cultural tan amplio como quisiera. Lo que necesita el traductor es precisamente tener espacio libre en la mente, espacio sin palabras, espacio para expandir fronteras y explorar tierras ignotas, ya sea en lo lingüístico, en lo conceptual o en lo cultural. Lo maravilloso del lenguaje es precisamente que no tiene límites, que puede ampliarse todo lo que se necesite. Si no hay palabra, se inventa, o se explica, o se toma prestada la palabra extranjera. Lo importante es tener espacio libre en nuestras mentes para que el pensamiento pueda seguir creciendo.

- Milan Kundera se ha quejado de sus traducciones al inglés. ¿Son frecuentes este tipo de reproches? ¿Conoce algún otro caso?

-El caso de las traducciones al inglés de la obra de Kundera tiene mucho que ver con la situación de poder de las editoriales de lengua inglesa. En los países anglófonos se traduce menos que en España. Tienen suficientes autores en su propia lengua, y suficientes ventas. A menudo los editores piensan que su público no quiere que le compliquen la vida, que si leen una traducción van a querer al menos que siga los patrones de la literatura anglófona. En este caso, los editores pensaron que los textos de Kundera eran demasiado farragosos para el gusto de su público y los simplificaron. En España, en cambio, por lo general hay una actitud de respeto hacia las lenguas extranjeras y se valora especialmente la fidelidad, pero también depende de las editoriales, de las lenguas y del prestigio que tengan los autores. En todo caso, este tipo de decisiones no suelen corresponder a los traductores, sino a los editores.

- ¿Traducir "food truck" por "gastroneta" es cometer "infidelidad creadora"?

-En este caso está avalado por la Fundéu, que es quien ha propuesto esa traducción. A mí me gustan los neologismos, cuando están bien formados como ese. Un traductor difícilmente puede atreverse a ser tan creativo, pero depende del texto. No procede ser creativo en una traducción y generar un lenguaje nuevo si el texto original utiliza un lenguaje corriente. Pero algún caso hay en el que el traductor puede tomarse una licencia de ese tipo.