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Eduardo Gruber - Artista y escritor que expone en el MARCO

"Lo peor que le puede pasar a un artista es autocensurarse, es su cruz y raya"

"Es una desgracia tener vocación pero carecer de talento", señala el creador

Eduardo Gruber en la inauguración de su exposición en el MARCO de Vigo. // Marta G. Brea

La distopia de Ray Bradbury "Fahrenheit 451" le valió al artista Eduardo Gruber (Santander, 1949) como punto de partida de una de las obras que muestra en su exposición "El salón de los espejos" en el MARCO de Vigo hasta el 5 de enero. En ella, muestra sobre el papel, entre diferentes trazos, títulos de obras literarias acompañadas de sus autores. Es su especial homenaje a ese otro arte de combinar letras y sentimientos en el que también está iniciado. Ayer mismo, participaba en el Club de Lectura del museo vigués -una nueva actividad abierta al público en general al igual que la biblioteca- para comentar su primera novela, "El devorador íntimo", ambientado en el mundo del arte.

-Usted iba para ingeniero de caminos pero lo dejó para cursar Bellas Artes. ¿El pulso creativo hacia la literatura también surgió así?

-Yo siempre digo que empecé a pintar en el año 1985, después de estar 15 años pintando. De repente, uno pierde el respeto al cuadro. Esa es la clave. Una tarde mágica preparando una exposición, iba a ser la primera vez que iba a ir a París, le perdí el respeto al cuadro. Eso significaba liberarme completamente. Con respecto a la escritura, empecé a escribir tarde, hace quince o 18 años. Fue un cuento de un ratón que se había metido en unas oficinas. En el año 1998, tenía muchas ideas relacionadas con el arte. Estuve cuatro años escribiendo esta primera novela "El devorador íntimo" con incertidumbre. En el arte, ya tengo una trayectoria, conozco los pros y contras, la autocensura del trabajo... Pero en la escritura, no sabía. El primer lector de la novela, un amigo, me dijo: "No tienes derecho a tenerla guardada en un cajón". A mí, me gusta escribir, pero no publicar.

-Para usted, ¿qué es lo básico en una novela?

-La documentación es importantísima para luego emplearla o no. Yo recuerdo leer una novela, de la que no voy a decir el autor. En una escena, están en un restaurante y hablan de una langosta y de las pinzas de la langosta. La langosta no tiene pinzas; el bogavante, sí. Esa tontería, como lector, ya me incomodó. Se me hacía increíble el tema.

-En una entrevista, Woody Allen decía que asistimos a la muerte del artista porque tiene miedo a arriesgarse. ¿Esa renuncia al riesgo es equiparable a la autocensura que usted menciona?

-Yo creo que sí. Tengo unos textos en los que hablo de ello, de que lo peor que le puede pasar a un artista es autocensurarse. Eso es cruz y raya, que desaparezca el artista. Respecto a lo del riesgo, el artista no puede copiarse a sí mismo. No obstante, la clave del artista es tener una buena idea. Arriesgar es consustancial al arte. Siempre hay que ir por delante del espectador.

- ¿Usted se aísla para crear?

-El mundo del arte es tan individual. En el estudio, estás solo contigo mismo Es un mundo muy muy individual; pero de otra forma, no tendría sentido.

-En su novela, hay un momento en el que un personaje habla de los snobs en el arte.

-El mundo del arte está dividido en cuatro pilares, que han ido cambiando: el artista, el coleccionista, el comisario y el galerista. El artista es el más débil, el último de la fila. Los coleccionistas son los dueños de la creación. También están los comisarios que hoy en día si ves una invitación a una exposición se destaca el nombre del comisario junto al del artista. Además, están las galerías que ya no llevan el nombre de cosas sino de sus dueños. No obstante, que alguien apueste por una obra tuya es como un acto de amor, aunque suene cursi. Hace 20 años cuando escribí el libro ese mundo snob ya estaba ahí. Para ello, me inspiró una historia que me trasladó mi hijo mayor que estudió Bellas Artes sobre una exposición en Nueva York que se inauguraba cada día. En las muestras, las inauguraciones son el momento social para al día siguiente estar la galería vacía, y al siguiente y siguiente. En el libro, presento a un artista que cada día al inaugurar ofrece una performance en la que hecha tinta sobre un papel para tirarse sobre ella y hacer que nada. Así, crea un cuadro que se subasta sobre la marcha. Eso es una fantasía muy cerca de una posible realidad.

-¿Qué importancia tiene el azar en su plástica y creación literaria?

-A mí, el lienzo en blanco no me inquieta. En el folio en blanco, es diferente, tienes que tener una idea. El azar tiene bastante importancia. La clave es darte cuenta de ese azar, que pasa por delante y que el día anterior quizás ni le habrías hecho caso. En el libro, a uno de los protagonistas le pasa algo por azar y eso repercute más o menos al resto. A partir de ese momento, de un fallecimiento, empiezan a pasar cosas por un lado y por otro con historia de amor de por medio. El libro tiene tres protagonistas: el que intelectualmente marca el territorio, Gabi (el de la performance); el triunfador y el fracasado supuestamente.

-¿Qué considera fracaso?

-Lo más triste es ser un artista vocacional pero sin talento. Eso es muy frustrante. Por ejemplo, ¿cuándo eres escritor? ¿Cuando publicas, cuando triunfas? Realmente, lo que satisface es que los iguales, los que tú consideras escritores, te consideren como ellos. En el mundo del arte, pasa eso. Puedes salir en el Hola! o donde te dé la gana; pero realmente deseas tener un cuadro en el Reina Sofía. Ahí, está el tema del riesgo. Es una desgracia tener vocación pero no tener talento.

- En varias obras suyas en el MARCO literatura y arte se dan la mano.

-En Farenheit 541, parto del libro para ir incluyendo títulos de libros y autores. Incluso aparece el mío pero tachado.

- ¿Reniega de ser escritor?

-¡No,! pero me parecía un chiste bonito para contarlo. Hago un homenaje también a poetas de Cantabria donde hay una generación de poesía muy buena.

- La ironía atraviesa los textos de su obra Femme Fatale.

-Es una ironía cariñosa. Un día, viendo la televisión, vi un reportaje de la II Guerra Mundial en el que empecé a pensar sobre la buena o mala suerte. Un momento, buscando, aparece Femme Fatale y la web del Museo de la Justicia de Sydney con fichas policiales de mujeres del pasado siglo y fotos muy buenas. Hubo una especie de amor platónico con una, una prostituta que había matado a su chulo. A partir de una foto, hago un cuadro y le adjunto un cuento como texto pensando qué podría haber sido de cada mujer si hubiera tenido buena suerte.

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