El juez Ángel Pantín, que está al frente de la sala compostelana de la sección sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña y es magistrado presidente del tribunal del jurado que dirimirá el grado de culpabilidad de José Enrique Abuín Gey en el crimen de Diana Quer, sorprende a diario por una firmeza que no está reñida, en absoluto, con un trato exquisito.

No dudó en apercibir con voz calma a Diana López-Pinel, madre de la víctima, cuando esta mujer, tras hablar como testigo de la fragilidad de su primogénita, se dirigió repentinamente al único encausado, lo que hacía presagiar lo peor. López-Pinel espetó a Abuín Gey que de esa debilidad de Diana se habrá percatado "bien" su asesino, un comentario seguido de un "¿verdad, Chiquilín?", el otro mote por el que se le conoce, además del habitual del Chicle. La interrumpió entonces este juez con la seriedad precisa para decirle "señora, no vuelva a hacer eso o tendré que echarla de la sala", un correctivo que hizo que ese momento no fuese a más, pues Pantín fue obedecido al instante.

También reaccionó con extraordinaria diligencia cuando el llanto de Valeria, la hija menor de esta familia, fue en aumento a medida que se iban conociendo más detalles de la recuperación del cadáver de su hermana y le hizo saber que podía abandonar la sala que juzga el caso sin problema alguno.

Y ya como encargado de fijar el objeto del veredicto a unos ciudadanos que se encuentran bajo su dirección técnica, procura, asimismo, que todo llegue a ellos con un lenguaje claro, sencillo y directo y por esta razón no duda en hacer las preguntas que entiende oportunas cuando considera que algo no ha quedado suficientemente explicado ni tampoco en pedir a los peritos que no se retiren, por si acaso fuesen necesarias más precisiones. Se asegura de que todo se entienda, de que no haya confusiones, algo que facilita igualmente la labor de los periodistas.

No admite valoraciones sin relevancia jurídica e interpreta con generosidad el derecho a la defensa del procesado, por ende, a una asistencia letrada, la cual por el turno de oficio ha recaído en Fernanda Álvarez. "Pregunte cosas que sean susceptibles de responder" o "eso ya ha sido contestado" es lo máximo que Pantín ha llegado a decirle a esta abogada y madre de una chica que es apenas un poco mayor que Diana, que cuando murió estrenaba su mayoría de edad.

Ángel Pantín, que también da clases, una tarea pedagógica que es fácilmente apreciable en este su otro desempeño profesional, procura que no haya ambigüedades ni distorsiones en el examen de todos los aspectos relevantes para valorar la tipicidad de los hechos que se le imputan al Chicle, que ha de responder del rapto, del estrangulamiento y de la supuesta violación a Diana.

Sin medias tintas

Así las cosas, no ha actuado con medias tintas Ángel Pantín al preguntar este jueves por la fiabilidad de un teorema empleado en las paternidades, pero nunca ante un proceso penal, para calcular la probabilidad de que la adolescente de Pozuelo hubiese sido abusada.

Y tampoco al interesarse por la base científica de un informe elaborado a petición de la acusación particular por un hombre que se ha presentado como un experto en psicología de la escritura y que ha definido a Abuín Gey como un sádico depredador sexual que, si se le da opción, será reincidente.

Además, ha amonestado a un experto forense por no incluir en el informe de revisión de la autopsia un hallazgo que en voz alta, y, para sorpresa de todos, ha presentado como clave con el objeto de demostrar que Diana fue violada.

"No era mi intención ocultar nada", ha reaccionado el especialista en patología forense, a lo que el juez le ha replicado "no me interesa cuál era su voluntad", antes de afearle, sin perder jamás ese temple, que no figure en ese informe oficial.

Varios de los alumnos de Ángel Pantín siguen cada día su labor y observan su buen hacer en el ejercicio de la toga.