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RAYDEN: "Tuve ataques de ansiedad muy bestias que hoy son como un tatuaje"

"La música en la que ahora está el foco ha perdido contenido en pos del continente"

El rapero Rayden, en una imagen promocional. // FdV

"Íntegro, o en proceso de intentar serlo". Esa sería, dice Rayden (David Martínez), su definición como músico y persona, una meta que ha tratado de perseguir en todos sus trabajos discográficos. Los últimos dos, Antónimo y Sinónimo, son un homenaje a las palabras y una prueba irrefutable de la importancia que les concede. Homónimo, un compendio de dos cedés con el que pondrá fin a "una etapa", será el remate de su trilogía, cuya segunda entrega presentará mañana en A Coruña con Momentos Alhambra Acustiquísimos.

- Abre el disco con Lo primero, la bondad , y lo cierra con Lo segundo, el talento , ¿no suelen ir por ese orden?

-Depende, depende. Esto nace de un aforismo de Gloria Fuertes, que versa así: "Lo primero la bondad, lo segundo el talento y se acabó el cuento". Me pareció un hilo de donde tirar para mostrar el concepto de un disco. La bondad por delante y no la verdad, que eso ya viene implícito.

- No siempre. En Antónimo , su anterior álbum, hacía una crítica al postureo de la música. ¿Ha perdido en honestidad?

-No, pero gran parte de la música en la que ahora está el foco ha perdido un poco de contenido en pos del continente, que a veces es algo muy vacío. Creo que ya no estamos en el mundo de las ideas, estamos en el mundo de las ocurrencias, y eso es un plano más superficial. Las discográficas ponen mucho dinero detrás de algo para que flote.

- Le hemos visto colaborar con artistas a los que hasta hace pocos años se les acusaba de lo mismo, como Blas Cantó cuando estaba en Auryn?

-Cuando conoces a la persona y ves que posiblemente a nivel masculino es una de las mejores voces de España, te das cuenta de que hay talentos que son innatos. Yo cuando colaboro con alguien es porque la canción por sí sola no puede llegar al punto que yo quiero. Freddy Mercury no estaba disponible por cuestión de natura (risas), y pude contar con Blas.

- ¿Ha reconciliado el rap y el pop? ¿Ya no le acusan de venderse?

-No, eso eran tres gatos que ya están a otras cosas. También tengo la suerte de que los dos últimos discos que he sacado han sido los más vendidos en su primera semana. Así que cuando me decían: "Eres un vendido", yo respondía: "Esta semana, el que más".

- Ambos discos son un homenaje a la palabra, y las suyas tienen filo. ¿Le dejan cicatriz?

-Trastocan un poco mi vida personal. Creo que, cuando fuerzas tanto la mente en hacer el más difícil todavía y hurgas en los interiores por sacar algo que sea de verdad, al final te afecta. Yo tuve ataques de ansiedad muy bestias que no había tenido en mi vida y que hoy son como un tatuaje. Pero se te olvida lo malo en pos del resultado.

- ¿No ha tenido arrepentimientos de última hora?

-No. Hay canciones que las hubiese hecho de otra manera. Sobre todo, al principio, con mayor clase, pero eso lo aprendes con el tiempo, a tener cada vez más saber hacer.

- Se lo pregunto porque suele hablar del discurso del odio, pero sus canciones también caminan por esa crispación...

-Sí, pero no es odio. Es sentido crítico. En el disco anterior decía: "Nunca desearé el mal a nadie, pero hay males que son indeseables". Y me gusta pensar eso, que encima no te vas a ganar mi odio. Ahora, viendo que los partidos políticos están sacando rédito de eso, no voy a caer en ese juego bajuno, voy a intentar estar por encima. Pero creo que todo lo que te da pellizco por dentro es sensible llevarlo a una canción, y a veces son cosas buenas y a veces menos, como la realidad social que estamos viviendo.

- Aquí retrata de nuevo alguna de sus caras, como la corrupción o los recortes. ¿Vive como un fracaso la reiteración?

-Sí. Siempre que hablamos de algo que está en el candelero, sobrevuelan los buitres estos que dicen: "¡Oportunismo, oportunismo!". Y yo siempre digo lo mismo, que ojalá ser insensibles para hacer oídos sordos o ser mudos ante lo que está pasando. Ojalá no tuviésemos que vivir estas cosas para tener que hablar de ellas.

- También habla de usted. "Me han tumbado y aprendí", rapea.

-A veces lo hago yo mismo. Nos boicoteamos, incluso porque no nos creemos lo bueno que nos pasa. A mí me ha pasado en relaciones que he roto porque pensaba que algo no podía ser tan fácil. En la vida en ocasiones no basta con las trabas que nos pone el mundo o la gente que nos rodea.

- ¿Ha tenido ese síndrome del impostor en la música?

-No, en la música... Mira que me va bien, pero creo que me debería ir mejor. Me acaba de doler la boca al decir esto (risas).

- ¿Le debería ir mejor?

-Sí, yo creo que sí. Hombre, si me preguntas a mí, mi música me parece la leche, claro (risas). Pero es que yo soy muy inconformista.

¿Dónde cree que tendría que estar?

-No lo sé, porque eso sería ponerme un techo. Y yo sueño a lo grande.

- ¿Desde el principio?

-No, de hecho yo empecé casi obligado a hacer música. Estaba con mi grupo de amigos una noche y no sabíamos que hacer, y uno dijo que por qué no hacíamos rap. Yo lo escuchaba, pero escribía poesía, y dije: "No puede ser tanta la diferencia". Cuando ahora voy girando pienso: "¡Pero si yo empecé obligado! Y madre mía.

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