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Una nueva vida entre cabras

Nuria, de 38 años, deja su trabajo en Vigo y regresa a Ponteareas para crear una explotación de 200 chivas autóctonas en un pastizal en O Galleiro, incendiado dos años atrás

Nuria Otero, en el monte Galleiro, en Padróns (Ponteareas). // A. Hernández

Una explotación de cabras gallegas está en marcha en el monte Galleiro, en la parroquia ponteareana de Padróns. En uno de los pastizales creados tras los incendios de 2017, Nuria Otero ha apostado por la cría de cabritos de raza autóctona. Al estar en peligro de extinción, por el momento, solo ha conseguido 30 cabezas, aunque algunas ya están preñadas y su propósito es acercarse a las 300. Ha dejado su vida en Vigo para emprender un sueño con su familia en el rural.

A sus 38 años, Nuria Otero ha decidido cumplir su ideal: vivir en el rural criando animales. Concretamente, cabras gallegas, la raza autóctona. Atrás, ha dejado su vida en Vigo para volver al lugar donde nació y pasó su infancia, el barrio de As Cortellas, en la parroquia ponteareana de Padróns. En Vigo, llevaba siete años trabajando en la misma empresa aunque no sentía que tuviese estabilidad "pues ni siquiera estaba fija".

La oportunidad se la ha brindado el monte Galleiro, incendiado en 2017, ahora, en fase de regeneración a través de un proyecto financiado por la Comunidad de Montes de Padróns, la Xunta y el Banco Santander.

La recuperación del bosque quemado incluye dos pastizales. El más pequeño, de 11 hectáreas, es el que ha alquilado Nuria para crear en él una explotación de cabras gallegas, una raza en peligro de extinción.

Su negocio se centrará en la venta de los cabritos, criados en el monte Galleiro, alimentados de leche materna, hierba y vegetación, al aire libre. El cabrito gallego es muy valorada culinariamente por su carne magra y su sabor intenso.

Debido a la escasez de ejemplares, de momento, Nuria se ha hecho con 30 cabras y algunas ya están preñadas. Su pretensión es criar entre 200 y 300 cabezas, que se encargarán de mantener limpio el monte que rodea el pastizal en el que estará su nave. "Son unas máquinas, por donde pasan arrasan, no solo por lo que comen, si no también por lo que pisan", explica esta emprendedora que aprende cada día más sobre estos animales. "En casa siempre hemos tenido animales y he leído mucho sobre ellas, además me asesoro con la Asociación de Gandeiros da Raza Cabra Galega (Capriga)", afirma Otero, quien es consciente de que las cabras tienen las pezuñas delicadas y necesitan muchos cuidados para evitar que cojeen.

Esta emprendedora no ha empezado de cero sola, en su sueño en As Cortellas participa también su marido y sus dos hijos de 5 y 7 años. Su esposo, oriundo de As Neves, llevaba media vida en la ciudad.

"Se me brindó esta oportunidad y no podía dejarla escapar, este pastizal no iba a estar disponible siempre y mis hijos están en la edad adecuada para que no les cueste empezar en otro lugar", asegura Nuria, muy ilusionada pero también nerviosa por la incertidumbre de un gran cambio.

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