Hollywood adora fichar cineastas que llaman la atención con una determinada propuesta para cortarles luego las uñas. Gavin Hood ganó para Sudáfrica un Óscar con "Tsotsi", cine social harto tramposo, y a partir de ahí se especializó en thrillers de sesgo político y superproducciones del montón. Después de "Espías desde el cielo", una aproximación muy irregular a la guerra moderna con drones y sus dilemas morales en primer plano, Hood sigue por el mismo camino e intenta desentrañar aquella lamentable y vergonzosa madeja de manipulaciones, engaños y trampas con las que se troleó a la opinión pública para derrocar al tirano Sadam Hussein cargándose la verdad y destripando sin rubor algunos de los pilares básicos de una democracia digna de tal nombre. Hood aplica soluciones de telefilme de postín y deja que un reparto solvente le saque las castañas del fuego, a menudo tan apagado que resulta adormecedor. Se deja ver si se olvida del desperdicio que supone no sacarle más partido a una historia llena de posibilidades.