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El gran engaño

Keira Knightley en "Secretos de Estado". // Robert Viglasky

Hollywood adora fichar cineastas que llaman la atención con una determinada propuesta para cortarles luego las uñas. Gavin Hood ganó para Sudáfrica un Óscar con "Tsotsi", cine social harto tramposo, y a partir de ahí se especializó en thrillers de sesgo político y superproducciones del montón. Después de "Espías desde el cielo", una aproximación muy irregular a la guerra moderna con drones y sus dilemas morales en primer plano, Hood sigue por el mismo camino e intenta desentrañar aquella lamentable y vergonzosa madeja de manipulaciones, engaños y trampas con las que se troleó a la opinión pública para derrocar al tirano Sadam Hussein cargándose la verdad y destripando sin rubor algunos de los pilares básicos de una democracia digna de tal nombre. Hood aplica soluciones de telefilme de postín y deja que un reparto solvente le saque las castañas del fuego, a menudo tan apagado que resulta adormecedor. Se deja ver si se olvida del desperdicio que supone no sacarle más partido a una historia llena de posibilidades.

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