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De enfermera abortista a activista provida

La "Abby Johnson española" habla mañana en Vigo de su extraña conversión

María Martínez Gómez, antes de su conversión. // FdV

Pasó de interrumpir embarazos junto a un ginecólogo en una clínica de Bilbao a predicar por todas partes la maldad del aborto. La de María Martínez Gómez es la "historia de una conversión" -así se titula la charla que mañana jueves, a las 19.45 horas, ofrecerá en el Colegio de San José de Cluny, en Vigo-, y solo se puede explicar desde el punto de vista de la fe y de lo sobrenatural. "Perseguía a los cristianos, era lo más anticlerical que se podía ser, profeminista y proaborto", proclama esta enfermera y fisioterapeuta vasca de 45 años, cuyo caso recuerda al de San Pablo y también al de Abby Johnson, directora de un centro de Planned Parenthood en Texas (EE UU) que cambió de bando para unirse a un grupo provida y se ha convertido en un icono de esta causa.

Durante su carrera profesional, María -cuyo nombre de pila real es Amaia- asistió en numerosos abortos legales, en algunos casos, de fetos de "hasta 22 y 28 semanas". "Las mujeres francesas eran las que más tardaban en venir -comenta a FARO-. Venían a Bilbao porque en Francia les salía muy caro: cuanto mayor es el tiempo de gestación, más caro resulta. Tenían entre 30 y pico y 40 y pico años y no querían perder su posición en el trabajo, o sus maridos se negaban a que siguieran adelante con el embarazo". En uno de esos abortos, antes de proceder al triturado de los restos del feto, María vio un pequeño pie y se lo comentó a una compañera, que le respondió: "Si quieres seguir trabajando aquí, lo que has visto es un coágulo".

María siguió trabajando hasta su conversión, ocurrida en Nepal el 23 de junio de 2017. Siempre según el testimonio de la enfermera, acudió allí invitada por un guía, y entonces era tan anticatólica que -asegura- solo el viaje impidió que apostatara. Ya en Katmandú, una monja de la congregación de la Madre Teresa de Calcuta -por la que tenía especial aversión, asegura- le tomó del brazo sin mediar presentación y la invitó a ir con ella a un lugar. María se negó, pero no pudo dormir durante toda la noche, preguntándose por qué querían llevarla con ella. Acudió al lugar donde trabajan las religiosas, que la citaron para las 5.45 del día siguiente. Y cuando por fin acudió, esperó a hablar con las monjas sentada contra la pared de la capilla. Allí, asegura, escuchó una voz masculina que le decía: "Bienvenida a casa, cuánto has tardado en llamarme". "No podía parar de llorar -recuerda la enfermera-. Vi a Jesús resucitado y me mostró los 43 años de mi vida rápidamente. ¡Yo no tengo fe!, le contesté".

María, que en los meses anteriores había pasado por una grave crisis personal y había intentado suicidarse, se quedó los siguientes cuatro meses con las monjas, que habían rezado para tener una fisioterapeuta. Sigue siendo laica y vive con su marido, del que se había distanciado.

Preguntada por pruebas que den consistencia a su historia, sobre todo su trabajo en la clínica abortista de Bilbao, contesta airada que no ganaría nada inventándose este relato vital, al contrario. "Abby Johnson lo ha perdido todo -argumenta-. Lo que puede pasar es que me ejecuten, que alguna feminista me atraviese con una navaja".

En el vídeo en el que cuenta su conversión, que acumula 587.000 visualizaciones en YouTube, y que está auspiciado por la Diócesis de San Sebastián, María Martínez no menciona la clínica de Bilbao en la que trabajó. Tampoco quiere contar dónde lo hace ahora, porque -asegura- dicho centro quiere tomar represalias contra ella. "La clínica ha intentado hacerme daño, sigo escondida", dice. De todas formas, reconoce que nadie ha intentado boicotear sus charlas, abiertas a un turno final de preguntas y a todo el que quiera acudir, ateo o creyente.

María Martínez cree que si otras mujeres vieran lo que ella dice que vio "al otro lado" -el latido del corazón en el ecógrafo, un bebé con cabeza y piernas- se echarían atrás y no abortarían. "Algunas se me acercan y dicen que han asesinado a un niño, sufren depresión crónica, incapacidad para amar...", relata la ahora fisioterapeuta, cuya causa, matiza, "no es contra el aborto, sino a favor de la vida".

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