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"Line of duty" tiene la tensión muy alta

El drama policiaco de Jed Mercurio llega a su quinta temporada sin perder el vigor ni la capacidad de sorprender sin trampas

Protagonistas de "Line of Duty". // Movistar +

Cuando llegó a su fin la primera temporada de Line of duty daban ganas de aplaudir. Por lo buena que era, claro, pero también por su honestidad a la hora de dar al espectador un oportunidad para conocer a fondo a sus personajes con el ritmo justo y la tensión necesaria. Con sus giros de guión, claro, y alguna que otra cortina de humo para despistar de vez en cuando, pero sin abusar ni sobrepasar los límites de la credulidad. Bien interpretada (ay, esa envidiable calidad media de los intérpretes británicos...), realista en proporciones suficientes y técnicamente impecable (implacable en su resolución), la propuesta de Jed Mercurio (consejo de pasada: su novela Un adúltero americano), que hace poco creaba la menos brillante pero garbosa Bodyguard y que venía de la aplaudida Bodies, se adentraba en los entresijos de la Unidad Anticorrupción de Birmingham (AC-12), e indagaba en los asuntos internos de la policía con unos planteamientos que luego retomaría, en clave más efectista, Luther. Corrupción, pasiones desangradas, engaños, vilezas expuestas sin moralina: quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra. O la última, si sobrevive. Malas conciencias, agentes odiados/despreciados por sus colegas por aquello de que "perro no come carne de perro", mil razones para el crimen, una sola para contar la verdad: la honestidad. Muchos grises éticos. Aquella primera temporada espléndida, cuyo éxito sorprendió a la BBC Two, tuvo descendencia: tres ofertas más que mantenían un nivel medio notable y, por momentos, sobresaliente. La consigna, idéntica: nadie es inocente del todo. O nadie es culpable. Del todo. La quinta temporada, que viene de poner la audiencia británica a hervir, vuelve a apostar por su punto fuerte: los interrogatorios. Extenuantes. Agilísimos. Más que la acción callejera o pasillera de los "thrillers" al uso, "Line of duty" concentra el fuego (y el juego, permitan el ídem de palabras) entre cuatro paredes donde la artillería verbal toma el mando. Y de qué manera. Si en Bodyguard el sorpresón final que daba un arreón inolvidable a la historia llegaba en un interrogatorio a una detenida con un ¿simple? plano/contraplano que lo echaba todo abajo, en la nueva temporada de "Line..." hay también un volantazo en el curso de los acontecimientos que pone patas arriba el entramado. Y, con ser una temporada más que aceptable con un potente enigma que resolver y con capítulos dignos de aplauso (ese arranque violentísimo en el que la crueldad impone su ley), el desenlace no está tan logrado como en ocasiones anteriores y la historia en la que el superintendente Ted Hastings (Adrian Dunbar) se mete en problemas te hace arquear las cejas.

La autenticidad es el gran valor de una propuesta que se desentiende de los policías de heroísmo granítico y se salta a la torera muchas de los muletazos habituales del género, y cuando falla la pieza final que completa el puzzle, la credibilidad se agrieta. Pero que hayamos llegado a la quinta temporada y solo haya que lamentar una decisión discutible es buena muestra del valor (y coraje) de una serie que vuelve a demostrar que los británicos, cuando se lo proponen, saben cómo hacer grande la pequeña pantalla.

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