Dos investigadores de origen español, padre e hijo, Luis Álvarez y Walter Álvarez, sentaron en 1980 uno de los paradigmas científicos más populares de la ciencia: los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años a causa del cambio climático radical desatado por el fabuloso impacto de un meteorito en la actual península del Yucatán, México. Ahora, un equipo de científicos del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas ha conseguido detallar cómo fue aquel último día tan letal para los dinosaurios como germinal para los mamíferos y, a la postre, para el ser humano. Un día -el de la quinta extinción masiva- que arrancó cuando una enorme roca de 200 kilómetros de diámetro atravesó la atmósfera de la Tierra. El impacto fue equivalente a diez mil millones de bombas atómicas como la de Hiroshima.

La reconstrucción se basa en el análisis de las muestras de rocas extraídas de la "zona cero" del impacto, el cráter Chicxulub, de la península de Yucatán. Luis Álvarez, premio Nobel de Física, y su hijo, el geólogo Walter Álvarez, encontraron en el registro geológico una fina capa con altos niveles de iridio, que atribuyeron al monumental impacto de un asteroide, y localizaron en el Yucatán la "zona cero". Ahora, un nuevo estudio en el que han participado investigadores del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), entra al detalle. En un primer momento, la explosión quemó la vegetación en varios miles de kilómetros a la redonda y desencadenó un tsunami gigante que arrastró sedimentos hasta el interior de Norteamérica -más de 2.000 kilómetros tierra adentro- pero lo peor vino después.

El impacto liberó tanto azufre a la atmósfera que bloqueó la luz solar y causó un enfriamiento global que acabó con los dinosaurios y con el 75 por ciento de las formas de vida del planeta. Fue un infierno local de corta duración, seguido de un largo periodo de enfriamiento global: los dinosaurios "se achicharraron y luego se congelaron", aunque "no todos murieron ese día", resume Sean Gulick, profesor de investigación en el Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas y autor principal del estudio. Los análisis indican que la mayor parte del material que rellenó el cráter en las horas posteriores al impacto se originó en el mismo lugar del impacto o fue arrastrado por el agua del océano que fluyó de nuevo hacia el cráter desde el Golfo de México circundante.

Pero quizá el hallazgo más importante está relacionado con el azufre, el elemento químico que originó el enfriamiento global y el cambio climático que causó la extinción masiva; "el verdadero asesino", según Gulick.

Los análisis de las muestras de roca desvelan que el impacto del asteroide vaporizó, al menos, 325.000 millones de toneladas de minerales ricos en azufre, 10.000 veces más que la que expulsó el volcán Krakatoa en 1883, que provocó un descenso promedio de 2,2 grados en la temperatura global durante cinco años.

Aquel día, indica Jens Ormö, miembro del equipo, fue "el primer día de una nueva era dominada por los mamíferos y eventualmente por nuestra propia especie. Una especie que ahora, por otras causas como la contaminación masiva de los océanos y de la atmósfera, ha iniciado la sexta y última de las extinciones masivas. Tal vez todavía estamos a tiempo de aprender algo del pasado".