Juan Carlos Ortega (Barcelona, 1968) está presentando su último espectáculo, "Relatividad general", en el que el humorista ofrece su particular visión de algunos de los grandes conceptos como la soledad, el miedo, el sexo, la muerte o el amor.

-¿Todo es relativo?

-Todo es relativo o al revés: hay cosas que parecen relativas y son absolutas. La verdad es que no lo sé, porque el amor, por ejemplo, decimos que es relativo, pero hay amores absolutos como el amor a los hijos. Hace pensar la pregunta, diría que no, que no todo es relativo.

- De los 16 conceptos de los que habla en su obra, ¿cuál es el que más le inspira?

-El miedo, porque cuanto más grande sea el contraste hace más gracia. Los temas que son muy serios como la muerte y el miedo son los que, al convertirlos en cosas humorísticas, más hacen reír, son con los que yo estoy más a gusto. En cambio, los temas divertidos son los menos graciosos para mí, porque no se les puede dar una vuelta.

- ¿De ahí viene su gusto por mezclar lo cotidiano con lo extraordinario?

-Cualquier tema serio y profundo es susceptible de convertirse en humorístico. Lo ves desde el ángulo de lo cotidiano y te das cuenta de lo cómico que es. Lo cotidiano es lo que hacemos todos, que se entiende al momento. Entonces, cuando coges un tema serio y lo rebajas a la cotidianidad, te das cuenta de cómo es ese tema en realidad y eso genera risa. O al revés, te pones muy serio hablando de algo muy del día a día y también hace reír.

- Por ese camino, ¿llega a usted a la transgresión?

-Creo que la transgresión puede darse, pero no hay que buscarla. Cuando un humorista o cualquier artista busca ser transgresor, deja de interesarme. La intención ha de ser hacer humor bueno, si transgrede haciéndolo, como algo subsidiario vale, pero que el objetivo no sea transgredir. Eso es muy artificial y presuntuoso. Los artistas que van de rompedores en el fondo son los que menos rompen.

- ¿La radio clásica es su inspiración?

-Totalmente, yo me crié escuchando a Luis del Olmo. Todo el humor que hago es una parodia de la radio clásica, le doy una vuelta, siempre desde el punto de vista clásico, porque es la radio que he oído siempre.

- No parece un formato que atraiga a la juventud...

-Seguramente que no, pero me da igual, que les den [risas]. El humor es una cosa muy generacional y el humorista ha de dirigirse a un público, y a los jóvenes, que se dirijan otros. Hay mucha gente que me dice que tengo que pensar en ellos, pero que piensen otros. Yo hago una cosa y quien se quiera sumar que se sume, antes me preocupaba más pero ahora ha llegado un punto en que no.

- ¿Es necesario ser cruel para hacer reír?

-Nunca me ha gustado el humor cruel, yo creo que no hace falta. La crueldad y el humor no tienen nada que ver. El humor tiene que ser positivo, agradable y la misión es hacer reír, con la mayor bondad posible y el mejor buen rollo posible que para cuatro días que vivimos, si nos vamos a morir dentro de poco, no enfadarse con nadie. Esa es mi idea.

- Sin embargo, le gusta reírse de la izquierda.

-Me gusta reírme del paradigma establecido, cuando hay un consenso en algo y todo el mundo piensa lo mismo me gusta burlarme de eso, pero eso es lo que el humor ha hecho siempre. Y ahora lo que todo el mundo cree que es verdad, está más cerca de la izquierda y yo intento reírme de esa opinión mayoritaria, pero me sale solo. No es una decisión. Generas una carcajada cuando la gente se da cuenta de que aquello en lo que ha creído siempre a lo mejor no es verdad.

- En su faceta de divulgador científico, ¿escoge las temas en función de lo que interesa a los lectores?

-Siempre escojo lo que a mí me interesa, y si casualmente coincide con lo que quiere la gente, genial. Mi objetivo no es ser minoritario, pero si no me queda más remedio lo seré. No haré nada para tener más oyentes porque me saldría mal. Yo tengo un registro, sé hacer lo que sé hacer y a quien le encante genial y a los que no, lo siento pero no sé hacer otra cosa.