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Rubén Olmo: "Mi madre tuvo que fregar muchas escaleras para pagarme la carrera"

"Desde pequeño soñaba con el Ballet Nacional, sigue estando sobre el cabecero de la cama un cartel de María de Ávila, que para mí es una grande"

Rubén Olmo. Foto: Cristina Muruzábal

Sevilla, barrio de las Tres Mil Viviendas, principios de los 90. Mientras el resto de niños empapelaban su habitación con fotos de Maradona o de Davor Šuker, sobre su cama cuelga un cartel de la bailarina María de Ávila, símbolo del Ballet Nacional Español. Para Rubén Olmo (Sevilla, 1980) la danza siempre ha sido su pasión. Sus orígenes humildes no le han impedido llegar a lo más alto gracias a su dedicación y constancia, junto con el apoyo de su familia. Este bailarín y coreógrafo, Premio Nacional de Danza en 2015 y director de su propia compañía, iniciará en breve una nueva etapa al frente del Ballet Nacional Español (BNE).

-¿Ilusionado ante esta nueva etapa?

-Sí. Todo ha ido con un paso tan natural que realmente creo que llego con la madurez suficiente como para poder sobrellevar este peso.

-¿A partir de ahora prevé compaginar su nuevo cargo con la dirección de su compañía?

-Aparte de tener firmada la exclusividad con el Ballet Nacional, no es compatible. Este ballet es una gran masa de hierro y hay que estar muy alerta para que siempre esté vivo, tener a todos los bailarines y a los creadores trabajando ilusionados y con muchas ganas, y eso requiere dedicación plena.

-¿Qué hacía cuando le comunicaron su nombramiento?

-Estaba sobre los escenarios con distintos proyectos, pero lo recibí con mucha alegría, porque aunque uno se presenta con la ambición de ser el elegido, siempre es consciente de que hay otros compañeros que también tienen muchas posibilidades.

-¿Contárselo a sus padres fue lo más emocionante?

-Sí, firmé un contrato de confidencialidad y no se lo podía decir a nadie, así que se enteraron en el mismo momento del nombramiento oficial en La Zarzuela, por lo que fue todavía más emocionante. Recuerdo que cuando a mi madre se lo contaron los profesores del Conservatorio de Música donde trabaja como conserje se puso a llorar de la alegría.

-Agradece siempre el apoyo de su familia, que puso todo su empeño en que pudiese recibir la mejor formación.

-Sí, ellos siempre me han apoyado y han apostado por mí. Logré ingresar en el Conservatorio de Sevilla con nueve años y me titulé en la carrera de Danza Española y en la de Danza Clásica. Son unos estudios en los que se necesita mucha economía, así que desde los 14 años trabajé en distintas compañías y pisé los tablaos flamencos para tirar p'alante. Además, en casa me ayudaron. Mi madre era ama de casa, pero tuvo que limpiar muchas escaleras, porque con el sueldo de carpintero de mi padre podíamos vivir, pero no pagar una carrera de bailarín.

-¿Le ha dado algún consejo su predecesor, Antonio Najarro?

-Muchos, porque tanto su salida como mi entrada han sido de la mano. Somos compañeros y amigos desde hace muchísimos años y recibió con mucho cariño e ilusión que fuese yo el nuevo director. Hemos hablado mucho de la situación del ballet y le escucho con mucho respeto, pues son ocho años los que ha estado en el cargo.

-Se convierte en el segundo sevillano al frente de la compañía nacional, tras Antonio Ruiz Soler en 1980. Parece que estaba predestinado...

-Sí, (risas). Además de la coincidencia con Antonio, que era sevillano y entró justo el año en el que yo nací, rompo con que todos los directores se llamen Antonio: Antonio Gades, Antonio Ruiz Soler, José Antonio, Antonio Najarro...

-¿Sevilla y Andalucía en general tienen un color especial para la danza y el flamenco?

-Sí, es verdad que aquí das una patada a una piedra y sale un artista. Hay mucha tradición y muchas escuelas de danza española y de flamenco. El baile es algo que se trabaja mucho y que gusta.

-¿Cuándo apareció en usted el 'duende'?

-Con dos añitos en una velada de baile. Tuve la suerte de que mi madre me lo vio y con cuatro años me llevó a una academia.

-¿Cómo un niño de las Tres Mil Viviendas termina siendo director del Ballet Nacional?

-Nunca imaginé que mi sueño se hiciese realidad. Desde pequeño soñaba con el Ballet Nacional. Sigue estando sobre el cabecero de la cama ese cartel inmenso de María de Ávila, símbolo histórico del ballet, que para mí es una grande.

-¿Fue una manera de escapar de su entorno?

-No tengo malos recuerdos del barrio, mi infancia en las Tres Mil fue feliz. Entonces no era tan inseguro y yo no era un niño que jugara en la calle porque después de la escuela me iba a la academia.

-Otro momento especial en su carrera es cuando recibió el Premio Nacional de Danza en 2015. ¿Dónde guarda ese premio?

-En un cajoncito. Es uno de los premios más importantes que hay y me hizo una ilusión grandísima, pues es el premio de la danza más importante, junto con el de las Bellas Artes, y cuando llega te emocionas porque abarca todas las disciplinas de baile.

-¿Lo colgará en su despacho?

-No creo, porque lo sacaré cuando sea mi retirada y esté en mi casa, tranquilo, con mis cosas y mis recuerdos...

-Ha mostrado ser capaz de seguir un ritmo frenético este año.

-Sí, ha sido un año completito (risas). No he tenido fines de semana ni nada, todo ha sido trabajar, trabajar y trabajar... pero muy contento. Estrené "Naturalmente flamenco" con el Ballet Flamenco de Andalucía en el Festival de Jerez. Allí también he recibido el Premio a la Crítica con "Horas contigo". Justo una semana después estrené "Diálogo con navegante", con Triana Ramos y Antonio Canales, en la Bienal de Arte Flamenco de Málaga, una obra preciosa, que ha tenido muy buenas críticas, escrita por Vargas Llosa, un diálogo de José Tomás con el toro que lo cogió en Aguascalientes. Y "La muerte de un minotauro", un homenaje a Salvador Távora, en la inauguración del Festival de Danza de Itálica, en mi tierra, ha supuesto mi despedida antes de pasar a dirigir el BNE.

-En su opinión, la danza española y el flamenco deben ir de la mano. ¿Su generación está uniendo ambas modalidades?

-Sí. El flamenco ha cogido una fuerza lógica que quizá ha sombreado un poco la danza española, pero en nuestra generación llevamos muchos años mezclando flamenco, danza española, contemporánea... Todo convive en nuestro lenguaje porque desde pequeños nos hemos preparado para eso.

-¿Cómo ve el panorama actual de la danza en España?

-Es una generación que lo tiene todo. La nuestra se tenía que buscar más la manera de encontrar las cosas. Para ver los espectáculos tenías que ir a los teatros, porque no lo tenías todo en Youtube, y eso nos hacía tener más inquietud, pero las nuevas generaciones están bailando precioso y muestran una diversidad de estilos impresionante.

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