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La no siempre fácil vuelta a la rutina

Seis de cada diez adultos sufrirán síndrome postvacacional en mayor o menor grado - Practicar deporte,dosificar el trabajo y establecer unas rutinas facilitan la readaptación

Muchos se enfrentar ahora a la vuelta al trabajo, pero ¿cómo debemos afrontarla? // A. Villar | Bernabé - Cris M. V.

Los días de playa, siestas y cenas sin preocuparse por tener que madrugar también tienen fecha de caducidad, y volver a los horarios laborales, los atascos y las prisas puede suponer un impacto para muchos, adultos y también niños. Aunque las cifras son dispares, hay estudios que apuntan que hasta un 65% de los adultos van a padecer, en mayor o menor grado, lo que se conoce como síndrome o depresión postvacacional, un fenómeno psicoemocional que aparece como reacción al regreso a la rutina. De estos, un 20% se recuperará en dos días, mientras que un 35% podría tardar hasta dos semanas.

"No existe un diagnóstico como tal, pero sí podemos encontrar cierto consenso en cuanto a los síntomas. Los síntomas físicos más comunes son cansancio, fatiga, problemas de sueño y somnolencia, dolores musculares y/o desajuste del apetito. Desde el punto de vista psicológico, podemos encontrarnos con falta de concentración, irritabilidad, apatía, tristeza y/o nerviosismo", explica el psicólogo vigués Daniel Novoa, terapeuta y formador en el ámbito de la educación e inteligencia emocional.

Según el especialista, no hay que sentirse un bicho raro si con el regreso a la rutina a la vuelta de la esquina, uno siente cierta apatía o malestar. No será el primero ni el último. "Siendo un cambio brusco, lo normal es que el cuerpo y la mente respondan quejándose. Todo depende de lo progresivo o brusco que sean los cambios, además de si te gusta y motiva lo que vas a hacer", explica.

La parte positiva es que es un proceso adaptativo natural transitorio que no debería prolongarse más de tres semanas. "La primera semana suele ser la más dura, la segunda puede serlo también, aunque debería serlo menos, y a partir de ahí lo normal es que nos vayamos adaptando y recuperemos buenas sensaciones", explica. En el caso de que se prolongue más tiempo, habría que estudiar el motivo o motivos que lo ocasionan y descartar que respondan a otros problemas, como depresión o ansiedad. "Descanso, alimentación, actividad física e ilusión siguen siendo determinantes en el bienestar y esto no es una excepción. Si después de dos semanas, no se termina de adaptar, recomendaría consultar al médico de Atención Primaria o a un psicólogo, y nunca automedicarse. Hay que usar la medicación con responsabilidad", añade.

Las personas que son más propensas a sufrir el síndrome postvacacional son aquellas que tienen una menor resistencia ante la frustración, los trabajadores que disfrutan de vacaciones más largas, trabajan en un entorno desagradable, no les gusta su trabajo, se consideran poco valorados por sus superiores o tienen un mal jefe.

Regresar a la rutina es algo que no podemos evitar, pero sí se puede suavizar sus efectos. Lo primero que hay que hacer, aunque parezca una obviedad, es asumir la realidad, pero no atormentase antes restando los días como si la vuelta fuera una condena. La predisposición y actitud son importantes para llevar lo mejor posible el regreso al trabajo y las responsabilidades familiares. El deporte y la actividad física pueden ser grandes aliados para aliviar los síntomas, ya que animan, ayuda a dormir mejor y generan endorfinas. Otro consejo que lanza el psicólogo vigués es intentar dosificar el trabajo. "Si se empieza con un ritmo asumible, de menos a más, no te quemarás tan rápido", afirma.

Restarle hierro al asunto y tomarse las cosas con humor también pueden ser un antídoto contra el síndrome postvacacional. "La resignación con bromas y cachondeo se lleva mejor", dice.

Novoa recomienda también "sacar la artillería del bienestar sano": escuchar música, darse un baño o un masaje, leer y rodearse de buena compañía puede compensar una situación que causa malestar. En este sentido, advierte también del riesgo de recaer en hábitos como fumar, beber o comer mal, ya que también pueden ser tentadores como mecanismos compensatorios.

Importante también es no perder de vista que se trata de dos semanas. "Quejarse puede ser liberador, pero cuidado con atraparte en la queja", advierte.

Los niños también pueden tener un bajón tras las vacaciones, aunque con sus peculiaridades. En ellos no es tan habitual el dolor, pero sí pueden manifestar nerviosismo, frustración, irritabilidad, apatía y somnolencia. "Las causas son muy parecidas, adaptarse a madrugar y asimilar las rutinas puede costar al principio. Además, el inicio de curso siempre es estresante para ellos por los cambios que conlleva en cuanto a compañeros, nivel de exigencia, posibles nuevos profesores y no hablemos de cambiar de centro. Ese estrés unido al de los padres puede ser una bomba familiar, hay que estar preparados, que no nos coja desprevenidos", advierte.

Establecer una estrategia de premios y/o consecuencias para motivarlos; tener claras las rutinas para reducir el estrés; hacer equipo con los niños; y gestionar los problemas y la frustración desde la calma son alguna de las pautas que recomienda para facilitar la vuelta a la rutina de los niños.

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