La grelina, también conocida como la hormona del hambre, es la encargada de regular el apetito. Tiene tres picos de actividad: 08.00, 12.00 y 20.00 horas. Por ello, según la cronobiología, se deben realizar las principales comidas del día en torno a estas horas, ya que es cuando el páncreas y el hígado están más activos. No hacerlo, conduce a la desincronización circadiana.

Cenar más tarde de las 21.30 horas, por ejemplo, además de afectar al metabolismo, altera los patrones del sueño. "La melatonina, que es la hormona del sueño, altera el trabajo de la insulina, que es la que se encarga de metabolizar la glucosa. Sube el nivel de azúcar, se acumula más grasa y se metabolizan peor los hidratos", explica Amil López Viéitez. Otro estudio, publicado por "Circulation: Journal of the American Heart Association", demuestra que los hombres que cenan tarde tienen hasta un 55% más de posibilidades de padecer una enfermedad cardiaca.

Pero la hora de la comida no es menos importante. Un estudio publicado en la revista "International Journal of Obesity" revela que las personas que comen después de las 15.00 horas tienen más problemas para perder peso. Según este estudio, realizado con 420 personas con sobrepeso que siguieron una dieta mediterránea durante 20 semanas, los comedores tardíos solo perdieron 8 kilos de media y el otro grupo, 12.