Lágrimas y mucha emoción contenida entre las personas ofrecidas a Santa Marta, sus familiares y aquellos que acudieron por motivos de fe a la romería que acogió, ayer, la parroquia de San José de Ribarteme, en As Neves. Un total de seis adultos ofrecidos a Santa Marta se introdujeron minutos antes de la una de la tarde, al finalizar la misa solemne, en ataúdes para completar la procesión, durante aproximadamente una hora, como agradecimiento a la Santa, por su intercesión ante Dios, para alejar la muerte de sí mismos o de un ser querido. Un séptimo ataúd vacío y cerrado también completó la procesión.

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Santa Marta de Ribarteme: donde los vivos desfilan en ataúdes

Inicialmente eran diez los ataúdes colocados bajo la carpa exterior del templo listos para salir pero, al final, tres de los solicitantes no acudieron a cumplir su promesa. De hecho, para evitar una mala práctica de esta tradición anterior al siglo XVIII, la parroquia alquila ahora los féretros. Los ofrecidos deben abonar 100 euros por su uso o, si lo prefieren, pueden acudir a la procesión con un ataúd propio. "Se tomó esta decisión para que los ofrecidos sean responsables y no falten y para evitar que los utilicen personas solo por salir en los medios y no por una cuestión de fe", explica la sacristana de la parroquia, Marta Domínguez.

Por su nieto, diagnosticado de esclerodermia, se había ofrecido, cuando el pequeño tenía 3 años, Nieves Álvarez, una vecina de Salvaterra de Miño, quien dos años después acudió, ayer, a saldar su deuda con la santa.

Un cáncer de boca hizo peligrar la vida del hermano de Lucrecia Gil y ella pidió la intercesión de Santa Marta. Por eso ayer, esta vecina de la parroquia nevense de Rubiós, se metió en un ataúd para dar las gracias a quien "todo lo puede", según sus devotos.

A Santa Marta no solo recurren ofrecidos por la vida de personas, también por la de animales que lo son todo para sus dueños. Entre ellos la viguesa María Rodríguez, que se metió en uno de los ataúdes, ayer, para agradecer a Santa Marta que su perro Jeremías, de raza shih tzu, sigue vivo. "Con un tumor inoperable le daban dos meses de vida y acaba de cumplirse un año desde entonces y sigue con vida", explica, aunque reconoció que "meterme en un ataúd me da repelús, pero por el amor de mi perro hago lo que sea".

Además de los seis devotos que se introdujeron en los ataúdes, muchos otros completaron ayer la procesión con una mortaja puesta y una vela en la mano. Algunos de ellos descalzos, como Aida Pérez, de 24 años, vecina de Ribarteme, que se ofreció por su hija a la que le están realizando "pruebas médicas en la cabeza".

La viguesa Luz Álvarez pidió la intercesión de Santa Marta para que su suegro saliese adelante de un transplante de hígado, y ayer asistió a la romería. Sin embargo su compromiso con la santa era entrar y salir de un ataúd porque "soy incapaz de ir dentro" reconoció.

Más allá del agradecimiento y la emoción de quienes han visto casi "resucitar" a sus seres queridos, a la romería asistieron ayer muchas personas atraídas por la singularidad de la romería. Aunque muchos reconocen que lo que más les gusta de la cita "es el pulpo", nadie se quiso perder la imagen de los ataúdes con con personas vivas dentro.

El numeroso despliegue de medios de comunicación, cámaras, fotógrafos y periodistas no es del agrado de muchos de los fieles. "Es una falta total de respeto" señalaban varios familiares de los ofrecidos. De hecho, algunos de ellos golpearon las cámaras de los fotógrafos que estaban haciendo su trabajo.

Más allá de los profesionales, los cientos de asistentes fotografiaron con sus teléfonos móviles la procesión que eleva a la romería de Santa Marta a una de las "más raras" del mundo. De hecho, algunos de ellos no dudaron en hacerse "selfies" con los ataúdes a sus espaldas.

En esta edición, los puestos de venta de la romería bajaron el volumen de su música festiva, de temas del verano y reggaeton, respetando los cánticos litúrgicos.