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El crepúsculo de los adioses

Una película estimable pero que se queda lejos de los grandes logros de Campanella

Diez años después del rotundo éxito de "El secreto de sus ojos", Juan José Campanella, dedicado esta década a la animación ( "Futbolín") y a las series de televisión, vuelve con una película que es, en cierto modo, una reivindicación de una forma de hacer (y decir) cine que ya no se lleva. A la manera de "El crepúsculo de los dioses": viejas glorias que luchan como gato panza arriba contra el olvido, oropeles y sueños incandescentes, luces y sombras en intensa convivencia. Personajes "ex" que viven su presente atrapados en un decorado que tiene mucho de ataúd gigantesco, al que llega una joven pareja cargada de mensajes inhóspitos para quienes representan lo clásico, el "ya no se hacen películas como antes", el tiempo de costuras férreas y contenidos reblandecidos. El desencanto, incierta amargura y no pocas dosis de sarcarmo no exento de sentimentalismo se dan cita en una comedia negra de factura técnica impecable, como era de esperar, y muy bien interpretada, como era de esperar, y con momentos locuaces inspiradísimos, como era de esperar. Lo que no era de esperar es que Campanella, tras un largo silencio, volviera con una película estimable pero que se queda lejos de sus grandes logros, y a la que le pesan sus 129 minutos.

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