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María Ángeles Durán: "El envejecimiento y el progreso crean una nueva clase social, las cuidadoras"

"El trabajo en los hogares equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo, y no llegamos a 20 en el mercado"

María Ángeles Durán. / Miguel Ángel Montesinos

- Habla del "cuidatoriado", una clase social sobre la que usted ha investigado y escrito. ¿Quiénes son?

-En el siglo XXI y en las sociedades avanzadas, la antigua estructura de clase está muy desdibujada. Las sociedades de servicios están generando un nuevo tipo de clase social, que es el equivalente al proletariado de las sociedades industriales.Son trabajadores que cuidan y que tienen peores condiciones que el resto, porque en muchos casos no están remunerados ni tienen acceso a la Seguridad Social. En España lo componen dos grupos: trabajadores asalariados, casi todo mujeres inmigrantes, que trabajan para los ayuntamientos o en el servicio doméstico, como empleadas de hogar. Este es un grupo muy visible, pero hay otro colectivo más numeroso, las mujeres que cuidan a sus familias. Se ha visto muy bien con la ley de dependencia: son los primeros que dejaron de cotizar en la crisis. Se suponía que el trabajo iba a ejercerse por profesionales, pero se pagan menos de 400 euros a personas que dejan el empleo y cuidan a sus familiares, con jornadas de 24 horas, los 365 días. Las mujeres han pagado un precio muy alto en la crisis; no nos ha venido bien, sobre todo por la reducción de servicios públicos y del dinero con el que cuentan las familias.

- ¿El "cuidatoriado" siempre ha estado ahí o aparece en un momento concreto, como la clase obrera?

-Está surgiendo. Tiene mucho que ver con el progreso y con el envejecimiento; antes no había tantas personas mayores que necesitaran cuidados, eran sobre todo niños, y se podía predecir muy bien el tiempo que necesitaban. Además, las familias eran numerosas y se cuidaban entre ellos. Ahora hay hogares muy pequeños con personas muy mayores.

- ¿Y cómo empezó usted a fijarse en quienes nadie se fijaba, en las cuidadoras?

-Empecé el día en que volví de la clínica con mi hijo recién nacido y tuvo una diarrea que hizo poner siete lavadoras. Era profesora en Económicas y vi que estábamos empeñados en estudiar el carbón, el petróleo, el trigo... y no nos damos cuenta de que hay un consumo altísimo e imprescindible para la vida, que es el cuidado. Empecé a apuntar en un diario todas las horas que eran imprescindibles dedicarle a los niños. Ahora que soy mayor, lo vuelvo a vivir en primera persona.

- ¿Cómo se puede hacer justicia con las personas cuidadoras?

-La primera parte de la cadena es elevar el grado de conciencia y hacerlo público. No es fácil, porque están relativamente aisladas y ocupadas y no tienen tiempo de ir a congresos, manifestaciones... están muy absortas en su trabajo.

- ¿Es posible remunerar a las mujeres que trabajan en casa cuando, por ejemplo, se duda del futuro de las pensiones?

-No es posible por una razón de volumen. Naciones Unidas recomendó en 1995 una nueva visión macroeconómica, no tan apoyada en el mercado porque, como en este caso, las estadísticas de dinero no nos sirven, hay que contar el tiempo. El Instituo Nacional de Estadística apunta que el trabajo en los hogares equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo, cuando no llegamos a los 20 en el mercado de trabajo. En los casos más agudos, se puede y se debe pagar, pero nunca podrá ser para todos. La única posibilidad es que haya redistribución de género, sobre todo, y de edad.

- ¿Qué sería más efectivo: tener un sueldo o que el hombre realizara estas tareas?

-Como 20 millones de empleos no pueden pagar el equivalente a 28, hay que insistir muchísimo en la redistribución. También hay otras cosas importantes, como el autocuidado y la transformación del urbanismo para hacer ciudades accesibles. Tenemos que ser conscientes de que vamos hacia una sociedad envejecida, cada vez habrá más gente parcialmente discapacitada y hay que asumirlo como la normalidad.

- ¿Cree que la juventud contribuirá a este cambio en los roles?

De palabra está absolutamente a favor, la juventud española es muy igualitaria en todas sus declaraciones públicas y así aparece en encuestas como las del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La práctica ya es otra cosa...

- Las mujeres españolas han entrado con más facilidades al mundo laboral, gracias en parte al trabajo de las migrantes en el servicio doméstico. ¿Se pude hablar de privilegios de unas sobre otras?

-Mientras no haya servicios públicos en todos los países desarrollados, son trabajadores inmigrantes quienes ocupan los sectores menos deseados por los autóctonos, sea en el campo que sea, no solo en el cuidado. La diferencia está en que en otros sectores, se exportan las fábricas, pero en los cuidados eso no se puede hacer. No conviene demonizar, porque los trabajadores inmigrantes no están en una situación de justicia, pero tampoco de injusticia, ya que vienen libremente para mejorar lo que tienen en sus países de origen. Si está mal aquí, allá estaría mucho peor. Trabajan con esperanzas de mejorar y, de hecho, el sector de los empleados del hogar es el que menos retiene a sus trabajadores: sirve de entrada y al cabo de pocos años se fluye hacia sectores mejor pagados.

- Además de las horas de dedicación, los cuidados también suponen un desgaste físico y emocional...

-Y afectivo. Hice un estudio sobre los enfermos de ictus graves y más de un tercio de las cuidadoras reciben asistencia psiquiátrica por depresión. Lloré al ver lo duras que son sus condiciones, pero lo que más me preocupa de ese dato es que creo que en realidad es mucho más alto, porque había muchas que ni siquiera podían ir para ver si necesitaban ayuda psiquiátrica...

- Muchas mujeres empezaron a reivindicar sus derechos en asociaciones de amas de casa, integradas en entidades vecinales... ¿Se tiene en cuenta su contribución?

-El concepto de ama de casa ha cambiado muchísimo en los últimos 20 años. Cuando empecé a hacer investigación, había muchas mujeres que solo eran amas de casa. En estos momentos, es una categoría que se derrite porque la mayor parte de las mujeres jóvenes e intermedias ya están incorporadas al empleo o estudiando. La mayoría de amas de casa a tiempo completo son de una edad avanzada y quizás jubiladas. En su momento fueron asociaciones muy potentes que contribuyeron al cambio social.

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