La adicción al cibersexo, que lleva al afectado a consumir más de once horas semanales de sexo a través de internet, afecta al uno o dos por ciento de la población, aunque una de cada cuatro personas podría tener un "perfil de riesgo" porque su consumo de este tipo de información "va más allá de lo esporádico".

Así lo asegura el profesor de la Universitat Jaume I (UJI) de Castellón Rafael Ballester, coordinador de Salusex-Unisexsida, una plataforma digital para la evaluación y tratamiento virtual de la adicción al cibersexo que nació en 2017 y desde entonces ha conseguido una base de datos de cerca de 10.000 personas.

Esta herramienta (http://www.unisexsida.uji.es) facilita que cualquier persona, desde cualquier lugar del mundo, pueda realizar una primera autoevaluación para conocer si presenta un perfil de riesgo clínico o un uso meramente recreativo.

Esta evaluación se contrasta, posteriormente, con una entrevista clínica, que también puede realizarse a través de la plataforma digital, y si el afectado precisa terapia puede hacerse tanto de forma presencial como por internet.

Una veintena de personas recibe actualmente tratamiento, según Ballester, que incide en que no es "fácil buscar ayuda por la adicción al sexo, por el estigma social que va asociado, pero la búsqueda de recursos terapéuticos ha ido aumentando con el tiempo y solo con doce sesiones pueden tener una solución".

En torno a un 20 o 25 % de la población podría tener un "perfil de riesgo" porque su consumo de cibersexo va "más allá del esporádico y, si lo sigue utilizando, podría desarrollar una verdadera adicción", aunque realmente esa dependencia al cibersexo afecta a entre un uno y dos por ciento de las personas.

En estas últimas "supone un problema clínico importante, porque consume cibersexo durante más de once horas semanales, tiene una afectación en el ámbito laboral y personal, le resta horas de ocio, le genera una obsesión porque está deseando conectarse, y tiene impulsos irrefrenables o un síndrome de abstinencia cuando no tiene acceso".

Hombres y mujeres

El cibersexo y la pornografía es usado "mucho más por hombres que por mujeres", a las que la experiencia del visionado de imágenes de un acto sexual "les satisface más bien poco y disfrutan más de los chat sexuales, que requieren una interacción", añade.

"Hay una diferencia enorme" entre hombres y mujeres en las edades más tempranas, según Ballester, que indica que de 14 a 18 años son muchos más hombres quienes consumen cibersexo; a partir de los 18 se va incrementando el número de féminas, y entre los 25 y 26 años se iguala el consumo entre ambos sexos.

Sin embargo, añade, "cuando preguntas si suelen masturbarse viendo material a través del cibersexo, esa igualdad no se produce y la experiencia a las mujeres no les resulta igual de excitante que a los hombres". A su juicio, esto "se entiende porque la pornografía es un producto muy machista, hecho por hombres y pensando en hombres", e indica que en los países nórdicos se crea más porno hecho por y para mujeres y los consumos son más altos.

También advierte de que el consumo de pornografía se está produciendo cada vez a edades más tempranas, y señala que un 25 % de los menores que ven imágenes pornográficas de forma involuntaria "se sienten muy impactados, asustados y pueden llegar a tener pesadillas".