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Una compleja realidad

Una epidemia llamada soledad

Cerca de 122.000 personas mayores de 65 años viven solas en Galicia o con personas cuidadoras. Combatirla se ha convertido en uno de los retos de la sociedad moderna

Un mayor dependiente sale de su casa con andador // GLORIA CALDERON

Carmiña tiene 89 años y espera que suene su teléfono para hablar con algún hijo o nieta. Ya no quedan vecinos en las casa aledañas. Está en lista de espera para valorar su situación de dependencia. Estaba sola aquel primer día que "se mareó"; fue el primero de sus capítulos de vértigo. Hace veinticuatro años que gobierna sola las tres habitaciones de una casa que construyó en un margen del río Miño con su viudo en los años sesenta. "Hasta ahora estuve bien así", asegura Carmiña. Es una de las 122.000 personas mayores de 65 años que viven solas en Galicia. Miles de ellas padecen una soledad no deseada.

La soledad oculta es un fenómeno creciente en la sociedad actual y una de las formas más extendidas de exclusión. Se puede estar solo y ser joven, pero son los mayores quienes se ven más afectados por una especie de epidemia del siglo XXI que va en aumento. Y además, es muda. Lo que se calla, no se conoce. El "no os preocupéis, que estoy bien" que algunos entonan, esconde la tristeza. Muchos mayores no quieren ser, ni sentirse, "una carga".

La demografía avala lo evidente. En el año 2017, la población de 65 o más años era en Galicia de 24,6% - frente el 19% del Estado-. Y las proyecciones para el año 2031 sitúan esos porcentajes en el 31,3% para Galicia y en el 25,6% para todo el Estado. Es decir, Galicia está hoy en una situación similar a la que tendrá España dentro de más de 10 años.

Unida al aislamiento y la fragilidad de los más mayores, y a veces a la enfermedad, la soledad es difícil de detectar. Esa amante inoportuna, en la canción de un conocido cantautor español, se eleva en las grandes ciudades al umbral de epidemia, sobre todo al pasar de los 65 años. En el año 2017 de las 117.875 personas con algún grado de dependencia casi dos tercios (77.458) superaban los 75 años. Eran mayoritariamente mujeres. Además, con datos en la mano extraídos de la publicación "Ancianidad y bioética" de la Xunta de Galicia, cuatro de cada diez personas dependientes vive en municipios de menos de 10.000 habitantes. Solo el 24,5% lo hace en municipios de más de 50.000 habitantes. El Consello de Bioética ya ha instado a la Xunta a no enviar a mayores a residencias lejos de casa, según reflejó FARO.

Combatir la soledad podría convertirse en uno de los principales retos de las sociedades modernas; y aunque las cifras hablen de más de dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas en España, vivir solo no significa necesariamente sentirse solo.

La psiquiatra Marta Miret, psiquiatra del Centro de Investigación biomédica en Red Salud Mental participó en un estudio sobre la soledad y su relación con la mortalidad, con conclusiones demoledoras: la soledad crónica puede traducirse en alcoholismo, tabaquismo, depresión, insomnio, estrés y aparición de demencias. "Puede causar problemas de salud mayores incluso que la obesidad pero esta enfermedad sí está entre las prioridades médicas a atajar y la soledad, no", lamenta Miret.

El ser humano es una especie gregaria por naturaleza, y la evolución siempre ha estado ligada al grupo, a la convivencia con otros. Cuando las redes familiares, de amigos, de barrio, se rompen o desaparecen, la persona se convierte en un individuo frágil y mucho más vulnerable, advierten sociólogos gallegos. Muchas veces, la compañía puede ser un primer paso en la lucha contra esa soledad no deseada. Pero el concepto de soledad es en sí mismo complicado y el acompañamiento no lo es todo.

"Se puede vivir solo, ser feliz y pleno y no tener sensación alguna de soledad y se puede vivir acompañado y tener ese profundo y doloroso sentimiento. O pueden darse las dos situaciones juntas: vivir en soledad y tener sentimiento de soledad", indica el sociólogo Juan Díez-Nicolás, autor de la investigación "La soledad en España", que alerta de que "la soledad es un peligro creciente en nuestros días y de cara al futuro solo será mayor".

Del abuelo al nieto

El problema está ahí, pero cuando la soledad llama a la puerta hay entidades para combatirla. Hay luz al final el túnel. Desde los servicios sociales, pasando por la Cruz Roja hace tiempo que las instituciones minimizan esa epidemia silente en Galicia. Botones de alerta, visitas... o "cuidadores de barrio" en el Concello de Vigo, por ejemplo. Pero hace falta concienciación social.

En la noche de Reyes, Bernardo pidió un deseo: "tener un nieto". Alberto, el hijo de su compañero de residencia, estaba junto a él y no lo dudó: "Yo te adopto, Bernardo, desde hoy serás mi abuelo". Alberto acudía regularmente a visitar a su abuelo, pero Bernardo no recibía visitas. De ahí aquella confesión que acabó en pacto. Así nació hace el proyecto "Adopta un abuelo" hace unos cinco años, un programa intergeneracional de acompañamiento a la tercera edad. Su creador, Alberto Cabanes, reconoce: "Decidí crear una web para ver quién querían participar en la iniciativa y mi sorpresa fue que se registraron cientos de jóvenes en unas pocas horas". Cabanes, fundador de esa app que ya se ha asentado en Galicia -con presencia en dos ciudades- afirma que "el principal objetivo es paliar las situaciones de soledad de modo que nuestros mayores se sientan escuchados, acompañados y queridos, mientras que los voluntarios pueden aprender otros valores durante las visitas". "Al que antes podían considerar un viejo, ahora es un maestro de vida", explica.

¿Cómo afrontar un futuro lleno de seres solitarios -voluntarios o no- y con una mayor esperanza de vida? En Europa ya empiezan a tomar medidas: Reino Unido acaba de crear en 2018 la Secretaría de Estado para la Soledad. El Congreso de los Diputados también instó al Gobierno a impulsar una 'Estrategia contra la soledad'.

La mayor paradoja llega de la juventud en la época de las redes sociales. La BBC realizó el proyecto Loneliness Experiment con reveladores datos: un 40% de los jóvenes encuestados de entre 16 y 24 años confesaron que a menudo se sentían solos. Eran los que más amigos tenían en Facebook.

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