A los que ya peinamos canas se nos educaba para reprimir el llanto (aquello de "los chicos no lloran", por ejemplo). Sin embargo, parecemos haber pasado al extremo opuesto: llorar se valora hoy como una muestra de empatía y humanidad, y es habitual ver a personas de todas las edades hacerlo cuando las eliminan en un reality show de la tele. Incluso personajes de la política como Ada Colau, Esperanza Aguirre o el expresidente del Gobierno José María Aznar -con fama de frío- han derramado lágrimas en público. ¿Hay un término medio entre la férrea educación del anterior régimen y la de la actual "generación Bustamante"?

"La sensatez y equilibrio son sinónimos, y la gestión emocional no se libra de esta gran verdad", dice el psicólogo vigués Daniel Novoa, especialista en educación emocional. Este experto recuerda que llorar tiene muchos efectos positivos, entre ellos, el alivio que nos produce y que ayuda a asimilar ciertas situaciones. "Reprimir el llanto puede tener alguna consecuencia positiva, sobre todo en contextos donde el autocontrol y la falta de sentimientos sea valorado, pero generalmente creo que debemos dar rienda suelta si nos lo pide el cuerpo. Es como si te dicen que no puedes toser o estornudar, frenar algo que nos ha ayudado siempre", explica. "Otro tema es ayudar a relativizar a alguien que hace un drama de alguna banalidad, pero ahí recomiendo hilar fino, ya que la aceptación es algo fundamental para nuestra autoestima".

Novoa, que a partir del 1 de julio impartirá en Vigo (Escuela Universitaria de Magisterio CEU) un curso de Educación Emocional y Psicología Positiva, defiende los beneficios del llanto, entre los que destaca que ayuda a gestionar las emociones, ya que supone una descarga que disminuye las sensaciones desagradables. Además, genera bienestar, ya que después de llorar solemos sentirnos aliviados gracias a los opiáceos endógenos y a la oxitocina, la llamada "hormona del amor".

Llorar, además, ayuda a aceptar cambios y aprender del error, siendo un marcador en la memoria que se apoya en la tristeza para una reflexión constructiva y adaptativa. Y no hay que olvidar que, al enviar el mensaje de que sufrimos, generamos compasión y fomentamos la ayuda de los demás.

Cultura y ciencia

En la cultura occidental no siempre se ha defendido la utilidad del llanto. En inglés existe el dicho de que "de nada sirve llorar sobre la leche derramada". Es decir: es inútil lamentarse. Pero la ciencia parece indicar lo contrario. Para Oren Hasson, biólogo evolutivo de la Universidad de Tel Aviv (Israel), las lágrimas nos acercan emocionalmente a los demás y sirven para construir y fortalecer relaciones personales, aunque en el ámbito laboral esto no sea efectivo, ya que en ese ambiente se espera de nosotros que inhibamos nuestras emociones.

Lo que sí se corresponde al tópico cultural -aquella frase de "llora como mujer lo que no supiste defender como hombre", atribuida a la madre de Boabdil el Chico, y hoy percibida como machista- es que las mujeres lloran muchos más que los hombres: entre 30 y 64 veces ellas y entre 6 y 17 ellos, según apuntó hace unos años la Sociedad Alemana de Oftalmología. Aunque, como dijo el profesor de la Universidad de Iowa (EE UU) Tom Lutz, en su libro "El llanto. Historia cultural de las lágrimas", que a un hombre le califiquen de "sensible" es un halago. O, como decía el oftalmólogo Juan Murube del Castillo, el llanto masculino, hasta ahora identificado como un signo de debilidad, es hoy una muestra de fortaleza.