No por mucho cumplir años pierden interés los curros de la Serra da Groba. El ritual milenario que enfrenta al hombre con los caballos criados en libertad atrajo ayer a más de mil espectadores al tercero de la temporada, el de Mougás, que acabó con un total de 550 ejemplares rapados y marcados a fuego.

Tras el de A Valga y el de Torroña, que saneó a más de 700 reses la pasada semana, Mougas cerró una vez más la trilogía de un espectáculo etnográfico que se repite primavera a primavera y que nunca defrauda, ni a los amantes del ganado libre que lo conservan por los siglos de los siglos, ni tampoco a los que se acercan para aplaudirlo.

Como manda la costumbre, los criadores se adentraron en el monte al amanecer en busca de las "burras" para conducirlas al curro durante la mañana. Tras un descanso para el almuerzo a modo de romería gastronómica, el combate arrancó de tarde. Armados con lazos, con la técnica aprendida de la larga experiencia o con la brutal fuerza física del que se inicia en la materia, los ganaderos fueron doblegando a los equinos para someterlos a la esperada sesión de peluquería y de marcado a fuego. Los 150 potros capturados también pasaron por la tijera, el hierro candente y por la jeringa, para colocarles los obligados microchips.