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Esta lámpara no enciende

Del Guy Ritchie que hizo "Lock & Stock" y "Snatch. Cerdos y diamantes" hace dos décadas poco queda

Mena Massoud (izquierda) y Will Smith, en "Aladdin". // The Walt Disney Company

El musical animado de los años 90 tenía más gracia en un minuto que esta verbena de exotismo de saldo en la que solo hay un motivo para no poner dunas de por medio: Will Smith. Su presencia, primero jovial, azulada y parlanchina y más adelante sombría y con sumisión forzada, es lo único que se puede salvar de una función que comete su primer error ya en el casting: Mena Massoud deja claro que es una elección equivocada desde el primer momento, insípido, sin carisma y con escasos recursos tanto en el aspecto cómico como en el aventurero. Y no digamos ya en el romántico: Naomi Scott lo tiene muy fácil para destacar cuando comparten escena.

Del Guy Ritchie que hizo Lock & Stock y Snatch. Cerdos y diamantes hace dos décadas poco queda. Aquella inventiva visual bañada en mala uva desapareció pronto: se puso al servicio de Madonna y se ahogó con Barridos por la marea. Parecía que asomaba la cabeza parcialmente con RocknRolla pero luego decidió dejarse de milongas para entrar en la categoría de realizadores comerciales con moderneces estéticas en dos aventuras de Sherlock Holmes atolondradas y oxidables. Operación U.N.C.L.E. tenía cierta gracia pero con Rey Arturo: La leyenda de Excalibur se pegó un batacazo de los que hacen época. Tocaba redimirse ante la industria y que te llame Disney para una faena de aliño es una golosina: ponerle carne y hueso a uno de sus clásicos dentro de esta astuta maniobra de "actualizar" lo que no se debería tocar, darle rienda suelta a Will Smith (que por bien que esté no podrá igualar nunca el trabajo de improvisación genial Robin Williams), dejar trabajar tranquilos a los equipos de efectos digitales (pues claro que los vuelos de la alfombra son creíbles, pero no tienen ni el uno por ciento del encanto de los que vivía Douglas Fairbanks en El ladrón de Bagdad en ¡1924!), y poner el piloto automático en los números musicales, salvados por el talento de Alan Menken salvo en un tema nuevo metido con calzador para ser políticamente correctos. Quizá los más pequeños se lo pasen bien. No sé. Quizá algunos adultos no lo pasen mal por aquello de la nostalgia. No sé. Echen a suertes si le dan una oportunidad o vuelven a ver la de 1992. Esa sí que era mágica.

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