El 95% de las denuncias por acoso escolar se interpone gracias a que los padres advierten sobre una situación de bullying sufrida por sus hijos, mientras que el 5% restante es obra de personas ajenas a la familia, como un profesor o compañero. Así lo destacan expertos de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (Aepae), basándose en una muestra de 4.000 niños que han sufrido bullying y con los que trabaja esta asociación.

El presidente de dicha entidad, Enrique Pérez-Carrillo, destaca que los padres deben estar atentos a una serie de señales de alerta que les permiten sospechar de que su hijo o hija está sufriendo acoso escolar, como es el temor y la negación a la hora de ir al colegio, un cambio en el comportamiento general; y otros que pasan más inadvertidos, como dolor de estómago o de cabeza, insomnio, pesadillas, micción involuntaria o disminución del rendimiento escolar.

Ante estos signos, la Aepae anima a la familia a actuar cuanto antes para evitar que las consecuencias del acoso se prolonguen en el tiempo y provoquen efectos irreversibles en los menores a largo plazo. Según un estudio norteamericano elaborado por la Universidad de Pittsburgh y la Universidad Estatal de Arizona, el acoso y la intimidación en la infancia se asocian con la aparición de riesgos psicosociales en la edad adulta que, más tarde, pueden conducir a una mala salud física.