Los niños de la "Mason Foyer", uno de los pabellones del orfanato Kimbondo, aguardan la llegada de Rafa Martín, un joven vigués que llegó por primera vez a este centro, situado a unos 30 kilómetros de Kinsasa, la capital de la República Democrática del Congo, en el verano de 2017 para participar como voluntario en un campo de trabajo para universitarios y que el pasado año estuvo otros seis meses viviendo con ellos. Lo esperan con entusiasmo, según las comunicaciones que mantiene con el centro a través de WhatsApp. "Están muy contentos de que vaya. Eso me dicen cuando hablo con ellos", afirma Rafa, licenciado en Historia, Periodismo y Magisterio.

Y el entusiasmo es mutuo, ya que el cooperante cuenta los días para regresar a África, con los 51 niños de 6 a 10 años de la "Mason Foyer", con quienes convivirá las 24 horas al día al menos durante el próximo año, aunque su idea es quedarse definitivamente en Kimbondo. Rafa relevará al profesor ourensano Juan Rodríguez, que regresa a Galicia, al frente del proyecto "Vigo por el Congo" de Malembe (calma, en lingala), una ONG nacida en Vigo, pero con vocación nacional. El próximo 23, víspera de su marcha, la ONG organizará un "Tapeo solidario" en Marina Cíes de Vigo en favor del orfanato y para despedir al cooperante vigués.

Este proyecto, que cuenta con una subvención de 20.000 euros del Concello de Vigo, se propone acompañar a los niños de este pabellón hasta que cumplan la mayoría de edad y crear un aula de educación especial para niños con discapacidad. Para ello, la ONG cuenta con la colaboración de la Universidad Pedagógica Nacional de la RD del Congo, con la que ha firmado un convenio de colaboración.

"La idea es ayudarlos en los estudios para que puedan tener un futuro profesional, pero también que tengan ayuda psicológica, logopedia, psicomotricidad, etcétera, y que esta sea prestada por especialistas del país", explica el cofundador y presidente de Malembe, Pablo Varela, que añade que el trabajo en el orfanato es una de las "patas" de la organización. "La otra es el trabajo que hacemos en centros educativos de España sobre la importancia de la solidaridad", explica.

En Kimbondo, donde viven 650 menores -huérfanos y abandonados- la vida no es fácil. Sin embargo, Rafa no cambia la experiencia de vivir con estos pequeños por ninguna de las comodidades del mundo occidental. "Hay algo en su gente, su hospitalidad, cómo te acogen en su casa, su disposición a ayudarte siempre que lo necesites... Todo esto lo hemos perdido y es algo que te llena", explica. Esto y el cariño de los niños, para quien es una especie de hermano mayor, ya que no solo les da clases de refuerzo, sino que les enseña hábitos de higiene, como acostumbrarse a caminar calzados para evitar que la "tunga penetrans", una especie de pulga, se introduzca en la piel y cause infecciones, y lo que más les gusta: juegan al fútbol.

"Son niños que no tienen amor, que no tienen padres bien porque han muerto o porque han sido abandonados, y esto es lo que más me conmueve. Los quiero un montón",dice el cooperante vigués. A Cris, que llegó en 2017 con desnutrición severa y que pasó meses en una silla de ruedas hasta que, gracias a Rafa y a una voluntaria chilena, volvió a andar; a Papy y a Tedy, dos de los chicos con discapacidad a quienes da clases especiales; a Nadine, una niña con una enfermedad rara que, aunque no habla, lo dice todo con su mirada...

Pero el de Martín no es el único corazón que han conquistado los pequeños del orfanato Kimbondo, fundado hace 30 años por el misionero y médico chileno Hugo Ríos -propuesto para el Nobel de la Paz en varias ocasiones-, y la doctora italiana Laura Perna. Bea Ucha y su tía Loreto Gómez, de A Coruña, estuvieron el pasado verano y desde entonces, esta joven, de 28 años, que trabaja con niños con autismo, no piensa nada más que en volver. "Una parte de mi corazón se quedó con ellos", afirma. Y no piensa en una estancia temporal, sino definitiva.

Fue la forma de ser de los congoleños lo que la cautivó. "Son transparentes. Y te lo dan todo, incluso lo que no tienen. Nosotras solo les dimos un poco de nuestro tiempo", afirma Bea, que asegura que en cuanto ahorre, hace la maleta y regresa. "Lo que hago aquí me gusta, pero lo que quiero es trabajar con quienes más lo necesitan", asegura.