Pan, trabajo y paraíso. Era lo que prometía un santo italiano y lo que encontró Carlos Maside a su llegada a Combarro en agosto de 1952. Las calles, plazas y casas de la villa y muy especialmente la vida de sus gentes se convirtieron en un potentísimo motor para la creatividad en su etapa de madurez.

"Es un Maside pletórico desde el punto de vista vital", indica el catedrático de la Universidad de Vigo Rafael Vallejo, comisario de la exposición con la biógrafa del pintor, María Esther Rodríguez. Ésta destaca que la alegría que Combarro transmite al artista "hace incluso que cambie sus colores, que se vuelven más vivos, más intensos". "Carlos Maside en Combarro, 1952. Bosquexos, debuxos e acuarelas" permitirá ver en el Sexto Edificio del Museo de Pontevedra más de cien obras, mientras que el catálogo editado para la muestra reúne un total de 312.

Nacido en Pontecesures en 1897 y fallecido en Compostela solo seis años después de esa estancia en Combarro, Carlos Maside fue el indiscutible renovador del arte gallego de la segunda mitad del XX. Galeguista y militante del marxismo y la vanguardia, apuesta por el expresionismo y quiso como muchos de sus amigos forjar otra Galicia con un movimiento cultural orgulloso de si mismo. Eso antes de que la guerra civil lo destruyese todo.

A partir del 36 se va aislando y hace frente a la derrota (le han retirado su plaza de profesor de Dibujo, ha dejado el grabado, perdió las colaboraciones en periódicos y la ilusión de firmar grandes murales) centrando su existencia en la pintura, la lectura y la correspondencia, especialmente con el exilio americano.

Es en este momento final de su vida cuando llega a Combarro, donde experimentará una fiebre creativa. Se trata de un impulso feliz y vital que lo tendrá tres meses trabajando sin descanso desde el amanecer, dibujando y pintando al natural.

Casas, calles, plazas, instantes de la vida cotidiana van desfilando ante el espectador y fijan la imagen de Combarro en un momento concreto de la historia. Es un proceso de fotografiado que el autor reproduce en otras villas y ciudades que le resultan especialmente cercanas, como Noia, Vigo y, especialmente, Santiago.

Pero para Maside el mejor paisaje son los humanos, observar sus reuniones, sus procesiones y conversaciones en la fuente. También sus mercados y la llegada de los barcos con pescado fresco al muelle de Combarro, donde iniciaba cada día su jornada entre las 6 y las 7 de la mañana.

"Él decía: 'Allí fui feliz'. Se lo dijo muchas veces a su sobrino Xulio Maside", recordaba ayer Rafael Vallejo coincidiendo con la apertura de esta exposición, que podrá visitarse hasta el16 de junio.