- ¿A qué hora se ha levantado?

-Pues a las 4.15 de la mañana.

- ¿Cómo se vive levantándose a las 4.15 de la mañana?

-Es muy duro, y más para alguien como yo, que soy bastante búho. Pero son gajes del oficio, como el programa empieza a las 7.30 hay que levantarse pronto para prepararlo. A las cinco empezamos a llegar para preparar el guion. Nos ceñimos mucho a la actualidad y en esas dos horas resumimos lo más importante de las últimas 24 horas.

- No sé qué opinará el médico

-Fui al médico y me cambió las pautas de costumbres, biorritmos, comidas... Las cinco de la tarde, para mí, son ahora como las doce de la noche. Debo retirarme y es difícil hacerlo cuando el resto del mundo está muy revolucionado.

- En el programa siempre dicen que tienen hambre.

-Desayuno dos o tres veces. A las cinco de la mañana, a las ocho y a las once. Comes muchas veces al día, pero no cosas muy sólidas. Muchos bocadillos y pocos entrecots. Las diez de la mañana son como la una para otra persona y si vemos un chuletón o unos callos... El programa acaba a las once y aún no puedes ir a comer, así que desayunas otra vez para matar el gusanillo. Todos hemos engordado con este nuevo horario.

- Compiten con...

-...las reinas de la mañana.

- ¿Impresiona?

-Al principio, sí. Llegas con una propuesta que no se conoce, que es totalmente diferente y eso da respeto. Cuando nos dijeron que íbamos a La Sexta, pensé: o nos metemos la gran hostia porque la gente no entiende este formato o lo petamos. Al final hemos encontrado un hueco, público que quiere estar informado pero en un tono más distendido, por eso estamos haciendo tan buenas audiencias. Los de Susana Griso, Ana Rosa Quintana o Los Desayunos son grandes programas, con una historia brutal, pero esto es diferente.

- ¿Ponen mucho de ustedes o hacen un papel?

-Tiramos de nuestras experiencias y puntos de vista personales. En Arusitys intentamos explicar historias de forma cercana y la mejor forma de hacerlo es como si estuvieras hablando con tu hermana, tu madre o tu cuñada. Esa naturalidad es lo que le gusta a la gente, que le expliques las cosas como si no estuviera el piloto de la cámara encendido. Igual un día nos dan una colleja porque no filtramos mucho.

- ¿Quién sería el rey de los zascas?

-Pues está la cosa muy igualada. Todos nos damos cortes. Algunos son muy explícitos, otros por lo bajini, riéndose aunque lo que digan sea muy heavy... La gracia es que Alfonso, que es el jefe, o Angie, la subdirectora, nos dan libertad para que vuelen los puñales en todas las direcciones, también hacia ellos. No todo el mundo le puede dar un zasca a su jefe.

- ¿Cómo pasa de los informativos al entretenimiento?

-Fue un cambio brutal, pero al mismo tiempo me gustó mucho. No creía que me sentiría tan cómoda haciendo entretenimiento y al final es una faceta que no había explorado y que encaja mucho con mi forma de ser porque soy bastante payasa. En informativos estaba más encorsetada y descubrí otro mundo dentro de la comunicación. Me gusta mucho, pero me di cuenta al empezar con temas del corazón o televisión, que todo es lo mismo, todo se trata de informar, ser veraz, tener buenas fuentes y transmitir al espectador, oyente o lector lo que está pasando. Hablar de un incendio o de Gran Hermano, todo es dar información. Es una variante mucho más loca y espontánea que los informativos no te permiten, pero que, si te gusta, es muy divertida. No descarto volver algún día aunque creo que lo que más pega con mi personalidad es esta mezcla de información y entretenimiento.

- ¿Echa de menos hacer información pura y dura?

-Echo de menos la calle, estar con los protagonistas, en el lugar en el que pasan las cosas, vivir en primera persona las noticia. Estuve muchos años haciendo calle y aunque es muy reconfortante, es muy duro, es la cara B del reportero, lo que no se ve y que desgasta. Cuando cambias a un plató te das cuenta de lo cómoda que estás, sin pasar frío ni calor, sin hacer guardias... Cuando vi que de la redacción bajaba directamente al plató, pensé que aquello era el paraíso. No estoy todo el día en la montaña o correteando en una manifestación, pero echo mucho de menos el contacto directo con las personas, que es lo que nos gusta a los periodistas. Ahora no estoy al pie del cañón, pero esto me aporta otras cosas. Estoy supercontenta.

- Si tiene un mal día, ¿cómo se disimula en directo?

-Pues te toca sacar tu parte más interpretativa y olvidarte de los problemas. Pienso: "Hoy que estoy mal tengo que ser la más simpática, divertida, ocurrente e irónica". Es como un reto, pero no es fácil porque todos tenemos problemas o situaciones tristes y es duro tener que salir en pantalla y sonreír. Al final es como una terapia, una evasión, te olvidas de lo que te pasa y procuras ser divertida. Y cuando se apaguen las cámaras, ya volverás a la realidad y a tus problemas. Pero es complicado gestionarlo, y más a esas horas.

- ¿Y cuando Ferreras les quita tiempo para información?

-Preferimos hacer el programa hasta el final, pero La Sexta es una cadena que se rige mucho por la actualidad y somos muy conscientes de que cuando pasa algo la prioridad es esa cobertura y nos tenemos que retirar antes. La actualidad manda.