Doblemente premiado en Cannes, el cineasta gallego Oliver Laxe, nacido en París hace 37 años (a los seis regresó a Galicia), presenta "Aquilo que arde", primera cinta rodada en gallego que se pasará en el Fesival de Cannes, que se celebrará del 14 al 25 de mayo. Laxe será uno de los tres cineastas españoles que participarán en el certamen, con Pedro Almodóvar y Albert Sierra.

-¿Qué quiere transmitir cuando ofrece talleres cinematográficos?

-Me gusta ir a la esencia de los procesos creativos. Es decir, explicar por qué hacemos películas, qué es lo que nos motiva a hacerlas, y me pongo como ejemplo. Cuento después cómo todo eso se va transformando a lo largo del proyecto. Lo que suelo hacer es enseñar en clase todos esos materiales de los procesos creativos: guiones, castings, ensayos, los brutos de las imágenes, los diversos montajes, etcétera. No enseño el material acabado y perfecto, sino que muestro las entrañas. Suele gustar porque es algo experiencial y poco teórico.

-¿Se toman muchas decisiones cuando se hace una película?

-Sí. Y el problema es que se toman a demasiada velocidad. Esto te genera inseguridad porque tienes la sensación de que no las has madurado. Y esa inseguridad se va acumulando a lo largo del rodaje. Es curioso porque los miedos y la angustia en esta situación son enemigos de la creatividad.

-¿Cómo lucha contra esos miedos?

-Con fe en que el mundo es perfecto en su imperfección. Con la experiencia te das cuenta de que lo que te da la vida es siempre mucho mejor que lo que tienes en tu cabeza. A veces me ha pasado que en el rodaje creía que estaba frente a una catástrofe y en la mesa de montaje me he dado cuenta de que al final era una bendición, un regalo.

-La última película que ha rodado es "Aquilo que arde", que inicia un periplo por festivales.

-En eso estamos. En "Aquilo que arde" el fuego está de fondo, no es una película sobre los fuegos. Mi madre nació en la aldea gallega donde hemos filmado. Se fue con 16 años a Francia. De alguna manera siempre he tenido vínculo con ese sitio. Es un lugar al que le tengo un gran amor. Hemos filmado a mi familia, a mis vecinos. Tras dos películas grabadas fuera de casa, esta tenía ganas de hacerla en España, de filmar un homenaje a dos resistentes, dos personas que siguen viviendo en ese sitio, que no han sucumbido al holocausto de lo rural. Son una madre y su hijo, dos actores no profesionales. La película es sobre cómo cuidan el uno del otro. Es una película bastante dulce, hay algo bonito ahí. Es un lindo cuento rural.

-Hay un tema social de fondo, la despoblación, pero narrada desde lo poético.

-Sí. Es que no hay nada más político que lo poético. Haciendo un retrato sobre el amor y sobre la manera que tienen ellos de cuidarse, sobre sus silencios, sus gestos, cómo pasean sus vacas todos los días, estamos hablando de mil cosas políticas: de la soledad en el mundo rural, del fracaso del mito de la modernidad... Tampoco quiero hablar demasiado de mis intenciones porque la película pierde y me tiene que trascender a mí. Y eso sucede cuando dejas cosas abiertas y trabajas con la polisemia, la poesía.

-Y el misterio.

-Sí. Por otra parte, me apetecía también coger a un personaje denostado por la sociedad: un pirómano. Un delincuente. Hay gente que mete a los delincuentes en la cárcel, los artistas tenemos que sacarlos de ella. En la película todo el mundo es culpable e inocente al mismo tiempo. Aquilo que arde habla del perdón, de la misericordia, de cosas que apenas están en mi vida. Me paso el día juzgándolo todo. Como hace todo el mundo.

-¿Las películas de Netflix deben poder ir a los Óscar o a los Goya?

-Soy bastante ortodoxo. Está bien que haya otras maneras de financiar películas, pero no estoy seguro de que se puedan hacer películas más libres en el marco de Netflix. De lo que sí estoy seguro es de que me preocupa que se acabe con los templos del cine, las salas. Hay algo misterioso que sucede en una sala de cine llena de seres humanos. En esos lugares tiene lugar algo misterioso entre las imágenes y el metabolismo humano. Es una experiencia insustituible. Me preocupa ese consumo de películas en casa y todo lo que suponga estar cada día más alienado.