El Tribunal Supremo de Holanda confirmó ayer una pena de seis meses de prisión suspendida para Albert Heringa, un hombre de 76 años que ayudó a su madre a morir en 2008, después de que sus médicos rechazaran practicarle la eutanasia al considerar que no cumplía las condiciones. Esta condena es definitiva y llega después de una década de pleitos judiciales en los que Heringa intentaba demostrar que estaba moralmente obligado a ayudar a su madre, mientras que la Justicia le absolvía en ocasiones y le sentenciaba en otras a penas simbólicas para subrayar que solo un médico puede autorizar y practicar la eutanasia a un paciente.

Por otra parte, el Tribunal Constitucional de Alemania ha comenzado a analizar los numerosos recursos presentados contra la prohibición de la eutanasia, penada con fuertes multas y penas de cárcel de hasta 3 años. El Código Penal alemán prohíbe desde diciembre de 2015 "la asistencia al suicidio como actividad organizada (sea comercial o gratuita)".