Un siniestro como el incendio de la catedral de Notre Dame, que ha derribado la aguja y destruido dos tercios de las bóvedas y tejados de esta joya del gótico, es imprevisible. Tampoco es la primera vez que ocurre y, probablemente, no será la última. En la memoria de todos está el incendio del Liceo de Barcelona de 1994, un lunes también. La chispa de un soplete de uno de los operarios que trabajan en el teatro desató un fuego que no tardó en extenderse hasta el patio de butacas. Por ello, el restaurador gallego José Aguiño, hasta hace poco presidente de la Asociación de Empresas y Profesionales en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Galicia, opina que el caso de París tiene que servir para reflexionar sobre la importancia de la gestión de riesgos para minimizar al máximo las pérdidas.

-Las primeras investigaciones apuntan a un accidente en las obras de restauración de la aguja como causa del fuego. ¿Se podría haber evitado?

-Ningún bien cultural está exento de sufrir un accidente, ya sea provocado por el hombre o natural. Es algo que se puede prever. El incendio de Notre Dame tiene que servirnos para reflexionar sobre la importancia que tiene la gestión de riesgos, una cuestión sobre la que se pasa siempre por encima y de la que solo nos acordamos cuando pasan desgracias como esta. El fuego se declaró a las 18.20 horas, pero se tardó media hora en avisar a los bomberos. En ese tiempo se podían haber evacuado muchas obras.

- ¿Cree que se podría haber actuado de otra manera?

-Pienso que en este caso, siendo un incendio que afectaba a la cubierta, podría haberse hecho más de lo que se hizo por las obras movibles. Toda obra tiene que tener un protocolo de gestión de riesgos que evalúe todos los riesgos y contemple las medidas de actuación en caso de un siniestro. Pero aunque no haya obras, todo centro que tenga patrimonio cultural debe tener en cuenta que un suceso así puede pasar y tiene que ser capaz de reaccionar al momento. En España tenemos el Plan de Emergencias y Gestión de Riesgos en el Patrimonio Cultural para establecer medidas preventivas y planificar los recursos que permitan actuar en caso de una emergencia para evitar pérdidas, humanas -porque no podemos olvidarnos de los visitantes- y patrimoniales.

- ¿Esto no se ha dado en París?

-No sé si tendrían un protocolo o no ni cómo era, pero lo que hemos notado ha sido la falta de restauradores para mover las obras y que no estuvieran desatendidas, porque las primeras actuaciones son las críticas y las que pueden determinar que una obra se pierda o se salve. De ahí la importancia de los protocolos: contratar personal que pueda acudir en primera instancia, qué hacer, cómo evacuar las obras... Los cambios de temperaturas afectan a muchas obras y esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de moverlas.

-La aguja se ha perdido, pero ¿se puede dar por salvada la estructura?

-Viendo las fotografías, parece que el grueso se salvará, pero he de ser cauto. Notre Dame es una edificación de piedra caliza, que responde de forma diferente al granito. El fuego causa grietas en este material, el agua puede haber afectado a sillares... La bóveda es reproducible y fácil de recuperar. Otra cosa es el criterio que se emplee para ello. Pero la aguja era un compendio de valor tecnológico del siglo XIX que se ha perdido. Y no conocemos el alcance de los daños dentro: estructuras de maderas, vidrieras, esculturas, pinturas... La restauración de todas estas obras es competencia de los restauradores, que serán también quienes deberán evaluar los daños.

- El presidente francés ha fijado en 5 años el plazo para reconstruir Notre Dame, pero hay quienes afirman que se necesitarán hasta 20.

-¿Veinte? No me parece una previsión descabellada.