"La evolución tecnológica nos ha llevado a la precariedad laboral". Esta es una de las sentencias de Santiago Niño-Becerra, doctor en Economía y uno de los especialistas en su campo más conocidos de España. Según el economista, que ayer presentó en el Club FARO su último libro, "El crash. Tercera fase" (Roca Editorial), escrito en colaboración con la periodista Natàlia Vila, esta precariedad es el efecto más negativo de la crisis económica que en 2007 vaticinó que estallaría y que, advirtió, aún no ha acabado.

"La precariedad laboral es la sensación más terrible que tiene la ciudadanía, aunque por otra parte era inevitable", explicó en un Auditorio Municipal do Areal repleto. Y era inevitable, concretó, por la evolución de la tecnología, que ha permitido que la productividad pueda aumentar sin necesidad de crear nuevos puestos de trabajo. "Hasta la llegada de la crisis, se seguían necesitando personas para generar Producto Interior Bruto (PIB), pero ahora ya es factible generarlo con cero personas", explicó el catedrático de Estructura Económica de la IQS School of Management de la Universidad Ramon Llul de Barcelona. En este sentido, puso como ejemplo una máquina desarrollada en Manchester, capaz de diseñar experimentos de forma absolutamente autónoma y que ha sustituido a una docena de doctores en física y química. "Hoy se está produciendo con 0 personas y esto es nuevo que no había pasado antes en la historia de la humanidad, y esto es lo que nos lleva a la precariedad", insistió.

El economista explicó que la actual crisis económica no tiene su origen ni en la corrupción, cuyas cuantías son insustanciales en términos macroeconómicos, ni en el despilfarro, sino en el modelo en sí. "El modelo capitalista se está agotando", advirtió. Algo que, por otra parte, no es nada nuevo. "Los sistemas económicos entes vivos: nacen, crecen, se desarrollan, se estancan y mueren por agotamiento", explicó.

Según el ponente, que fue respondiendo a las preguntas que le formulaba el periodista de Onda Cero Rubén Rey, el término mileurista, acuñado con sentido despectivo en el año 2004-2005, ha sido superado. "Hoy hay muchísimos salarios por debajo de los mil euros. En España, el 17% de la población que trabaja es pobre. ¿Qué quiere decir esto? Que cobra una renta que no llega al salario mínimo", explicó.

Niño-Becerra vaticinó que de aquí a pocos años, la vida laboral será lo que él denomina "a trocitos", es decir, que el trabajador será contratado por días y horas, con unas semanas con más horas que otras, lo que supondrá una "inseguridad total" a la hora de emprender un proyecto de vida. Esta vida salarial "a trocitos" tendrá tres implicaciones, según el especialista: un salario anual -Niño-Becerra no habla ni siquiera de sueldo mensual-; impuestos bajos y por tanto una recaudación también baja, y una cotización baja, y por consiguiente menos ingresos de la Seguridad Social, que es, recordó, la que hace frente a las prestaciones por desempleo y a las pensiones. "¿Y todo esto a qué se debe? A la tecnología y a la organización de trabajo", insistió.

También habló de la deuda pública que acumulan los países y a la que ninguno, aseguró, podría hacer frente. "El negocio está en que aunque no se puede saldar, sigue generando deuda. La deuda pública es un problemón y la solución será dolorosa", argumentó.

Niño-Becerra también contestó a algunas propuestas que los partidos políticos están poniendo sobre el tapete de la liza electoral, como la de Pablo Iglesias de reducir la jornada laboral a 34 horas sin recortar el salario, algo que es posible, reconoció, aunque el representante de Podemos no explica, añadió, cómo mejoraría la productividad, o la defensa de Casado (PP) y Rivera (Ciudadanos) de aumentar las contrataciones. "Tampoco explican cómo van a aumentar la demanda de trabajo", dijo el economista.

Niño-Becerra reconoció que el salario mínimo que se cobra en España no es justo. "El problema es que el modelo español está basado en unos bienes que son de medio y bajo valor añadido, y, además, la competitividad de casi todas las empresas españolas se obtiene vía costes laborales. Es decir, aumentar el salario mínimo supone que muchas empresas pierdan competitividad porque su competitividad no la obtienen de mejorar la productividad a base de inversión, sino a base de reducir costes laborales", explicó el catedrático.