La tranquilidad expresada ayer por Ángel Hernández, el marido de María José Carrasco, enferma terminal, a la que ayudó a morir, contrasta con la tormenta desatada en la clase política sobre la legalización de la eutanasia, en la que también ha entrado la Iglesia.

"No tengo miedo, estoy tranquilo, mi mujer dejó de sufrir", dijo ya en su domicilio, donde ha convocado a los medios de comunicación para hablar, tras quedar en libertad pero imputado por un delito de auxilio o cooperación al suicidio en un juzgado de Madrid.

Hernández se muestra tranquilo para "seguir con la batalla" de la regulación de la eutanasia, para que otras personas no tengan que padecer los fuertes dolores que desde hace meses tenía María José por su esclerosis múltiple.

"Llevaba 48 horas sin dormir y no había podido hacerlo en los calabozos, ha sido imposible; afectado, allí encerrado, no he podido hacer el duelo de mi mujer", se ha lamentado un hombre que reclama una ley de regulación de la eutanasia para España.